“El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bien estar de todos los individuos que la componen.” De esta forma, solemne y precursora del movimiento Romántico se expresaban los señores Diputados de las Cortes de Cádiz, esos que están siendo ahora homenajeados con motivo del II Centenario de su acuerdo. Así lo hacían en el Capítulo III, de La Pepa, aquel destinado a regular las labores que le resultan propias a cualquier gobierno constitucional. El artículo, dicho sea de paso, que así se desarrollaba, vio la luz con el número 13 y, a lo que se ve, lo hizo con mala pata...:
Viene el recuerdo al caso no tanto por homenaje y loor a tanto histórico sitiado en Cádiz y El León -que de eso ya andan surtidos con mayores y mas afamados y destacados hagiógrafos de santones laicos, como en las últimas semanas y a doscientos años vista de aquellos sucesos y acuerdos se han dejado ver, alguno de ellos incluso parientes directos de quienes se pasaron tanta palabrería por zona cercana al forro de sus entretelas-, cuanto por catar y proponer catar que lejos de establecer la posible pérdida de derechos populares en hasta 30 años de supuestas luchas y beneficios populares -como dicen, mirándose sus respectivos ombligos, sindicatos y partidos-, estas pérdidas -de haberse producido, que para todo habrá opiniones-, nos llevarían a un retroceso de hasta 200 años y unos días, y a aquellos tiempos en los que de capa larga y sobrero de ala, los españoles andaban embozados, como avergonzados de si mismos, y gritando, dicen, ¡Vivan las cadenas!: No; ni es objeto de ningún Gobierno en Europa buscar la felicidad de su Nación -si es que queda aún el concepto de Nación- ni el fin de nuestra sociedad política -a 200 años vista- es ni mucho menos el bien de los individuos...
“¡Vivas las cadenas”! La historia -se sabe- la escriben los vencedores y es por eso que se me hace difícil de asumir que tanto y tan desafortunado pueblo como fue aquel con redaños para echar a los franceses en toda España a los meses le quede tan poco carácter como para añorar cadenas pero, sin bien heroicos también analfabetos, se me hace que pocos tuvieron tiempo de poner negro sobre blanco semejante expresión -algo rebuscada para ser popular- y claro es que sólo queda lo que sobre blanco se escribe y escrito queda.
Según las lineas pintan, no volvemos como insisten los sindicalistas a recorrer la historia treinta años hacia atrás, sino 200 años, cierto que con vuelta de tuerca y, si aquel supuesto “Vivan las cadenas” fue epitafio del aún mas rebuscado “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”, que para toda Europa -desde Rusia hasta Portugal- se hizo argamasa para tanta monarquía ilustrada, la Europa que ahora nos venden -tal vez, nos vende- lo haría al grito de “Todo lo paga el pueblo aunque nada sea para el pueblo” que es axioma del que, una vez convenientemente limado y convertido en eslogan, me pido el copyright.
En esta dicotomía se mueven las subidas de la luz y del butano, y la amnistía fiscal para el dinero negro; la subida de IRFP y del Impuesto de para Grandes Empresas -siendo así que éstas evaden en concepto de deducciones y se encuentran a salvo de esas bromas- subida de gasolinas y congelación salarial, y rebaja en el impuesto para las grandes fortunas; o aumento de las condiciones legales para el despido procedente y rebaja en las prestaciones que de este se derivan...
Sólo así podrá entenderse cómo aplaude Europa -llamémosle Bruselas- lo que abronca la sociedad de España, Portugal, Gran Bretaña, Francia, Italia, Grecia y aún Chipre, en una división de opiniones digna de feria, donde unos dan por buena la de trasteo y otros abroncan la de aliño, según se hace propio de las peores faenas. Suelen así, los profesionales, cubrirse de almohadillas acudiendo a las condiciones del toro, a cómo éste lucía un asta -generalmente la izquierda- que miraba la taleguilla del maestro, o de cómo aquel llegaba sin fijeza, o agazapado, o refugiado en tablas o aquerenciado en ellas, para aplaudir, mas que justificar, el trasteo; al tiempo que es el respetable el que cree que se le pierde el respeto cuando estima que, falto de valor, se ahueca el maestro y su cuadrilla toda y, donde los carteles de semanas atrás publicaban figuras solo comparecen figurones y donde afamada ganadería, toros sin trapío o becerros o cabestros, que de todo salta al redondel.
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