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El Prado está maldito

La maldición del solar del Prado desde que se fue de allí la Feria parece que sigue sobrevolando esos terrenos

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  • Los amasijos de la Biblioteca del Prado -

urante muchos años el Prado de San Sebastián, epicentro de la Feria de Abril hasta principios de los setenta, fue un solar sin uso. Los primeros ayuntamientos democráticos intentaron sin éxito buscar algún tipo de solución al recinto, pero entre concursos de ideas y falta de fondos nunca acababa de despegar. A principios de los 90 por fin el solar del Prado, que llevaba el mismo camino de desamparo que el solar de la Encarnación, se urbanizó la actual trama de jardines públicos que hoy conocemos. Sin embargo la maldición del solar del Prado desde que se fue de allí la Feria parece que sigue sobrevolando esos terrenos.

El propio jardín actual ya tuvo muchos problemas con algún vecino por molestias ocasionadas en su día por la Feria de las Naciones. Parece que ya a esos vecinos le molestaba que el parque fuera un lugar lleno de actividades y pretendían mejor un jardín vacío y sin uso, en un modelo urbanístico que se tiene comprobado que es un fracaso.

Pero el Prado es algo más que los jardines. Es un centro neurálgico de transporte (hoy día con el metro y el tranvía) y un centro clave en la Administración de Justicia con la mayor parte de las sedes judiciales allí ubicadas. Precisamente esta centralidad fue la que llevo a la alcaldesa Soledad Becerril a plantear allí la ubicación de un gran edificio administrativo del propio Ayuntamiento, encargándole al prestigioso Rafael Moneo su diseño.


Pero en 1999 contra todo pronóstico y frente a un mediático Rojas Marcos y una alcaldesa ejerciente como Soledad Becerril, salió elegido alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín. El socialista, tal y como había comprometido en su campaña electoral, desautorizó el edificio de Rafael Moneo por razones económicas y ahí volvió a la palestra la maldición del Prado de San Sebastián. Tras todo tipo de negociaciones, tensiones y recursos, el edificio de Moneo no se hizo y el solar aun sigue esperando un uso de servicio público.

La Biblioteca
Ha sido muchos años después cuando el entorno ha vuelto a primera línea de actualidad con el fallido intento de construcción de la biblioteca central de la Universidad. El gobierno de Monteseirín vio como los tribunales de Justicia, de forma inverosímil, daban la razón a unos vecinos que se oponían a una biblioteca pública en sus jardines. Y más aún, obligaban a derruirla e incluso a anular el aparcamiento ya terminado.

La decisión judicial hay que acatarla pero no hay más remedio que discrepar. El edificio que iba a levantarse allí había sido diseñado por Zaha Hadid, un auténtico genio de la arquitectura contemporánea que aún debe andar preguntándose como en pleno siglo XXI un jueves destruye una biblioteca pública en unos jardines públicos porque a los vecinos (muy pocos) les perjudica la vista del parque. A mí me suena a excusa barata. La Justicia en este caso no se ha guiado ni por el sentido común ni por la máxima del interés general y ha permitido el interés particular de unos señores a los que les molesta una biblioteca pública. La noticia que ha trascendido de nuestras fronteras no puede cuanto menos que calificarse de tercermundista.

Una ciudad que es capaz de derribar una biblioteca sí que debería ser cuestionada como patrimonio de la humanidad. Y no por la construcción de un complejo urbanístico rematado por la Torre Pelli y que servirá para internacionalizar más a la capital de Andalucía.
Se ha hecho mucha demagogia con la biblioteca de la Universidad y se ha querido ver como un atentado urbanístico cuando realmente es un atentado a la cultura y al civismo.

El propio presidente de la CES, Miguel Rus, ha comentado alguna vez ante un grupo de periodistas no entender como empresario que se destruya el parking subterráneo construido en el Prado con la necesidad de aparcamiento que hay en la zona.

Cuando creíamos que con la destrucción de la biblioteca culminaría la maldición del Prado de San Sebastián nos llega otra noticia que mantiene la leyenda de lugar maldito. El Ayuntamiento pretende cerrar la estación de autobuses por baja rentabilidad. Y de nuevo el Prado a la palestra informativa por un asunto urbanístico. Tres edificios. Dos fallidos y uno que se quedará sin uso. ¿Qué maldición tendrá este lugar?

Ahora, la estación
Ahora surge el debate de qué hacer con la vieja estación, que por cierto cada día esta más decadente y con más sensación de abandono y vejez.

Ya se ha apresurado el decano del Colegio de Abogados, el letrado José Joaquín Gallardo, a indicar que sería un buen edificio para tener en cuenta en la creación de la ciudad de la Justicia. Debe haber viajado poco en autobús porque no conoce bien lo poco funcional que sería este edificio para ese uso. Traería más cuenta hacer un edificio nuevo que remodelar ese. Seguro que saldría más barato.

Por su parte el grupo municipal socialista ha propuesto que siga abierta como lugar de estacionamiento de buses turísticos y no sería mala idea. La terminal del Prado para el turismo en vez del aparcamiento de autobuses de Palos de la Frontera. De esta forma se podrían potenciar muchas cosas. De momento el paseo por los jardines hasta la Plaza de España y, por supuesto, si se llega a un acuerdo con Tussam, se podría usar el tranvía para meter de lleno a los turistas que dejen allí su autobús en pleno centro histórico.

Lo que de momento parece seguro es que este edificio ya construido no se demolerá. Entre otras cosas porque está catalogado y está reconocido como de mérito en la arquitectura industrial de la ciudad.

Es curioso. En poco más de un año hemos pasado de una ciudad con fuerte apuesta por la peatonalización y la calidad de vida de las personas a una ciudad que derriba bibliotecas. Monteseirín hablaba de ciudad de las personas y Zoido de talento. Uno peatonalizó el casco histórico y lugares comerciales para beneficio ciudadano e impulso una gran biblioteca de la Universidad. El otro, el del talento, ha estado más cerca de los vecinos que derriban bibliotecas que de la Universidad. No veo mucho talento ahí desde luego. De un modelo de ciudad a otro casi sin bajarnos del autobús. Aunque con la maldición del Prado cualquiera se baja del autobús en esa estación. Porque lo más seguro que después no tenga como volver si la cierran por derribo de negocio.

Esperemos que la estación de autobuses acabe cerrando el ciclo de la maldición del Prado. Un enclave que sólo ha sido útil para la ciudad cuando estaba allí la Feria. Eso lo dice todo. Por cierto, que lo de la maldición no tiene nada que ver con que aquello fuera un cementerio hace muchos años. Es por si lo habían pensado los amantes del misterio

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