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Viernes 17/05/2024  

Bailando con lobos

Parece que pronto vamos a tener cadena perpetua o, como realmente se va a llamar, prisión permanente revisable. No debería pillar de sorpresa a nadie.

Parece que pronto vamos a tener cadena perpetua o, como realmente se va a llamar, prisión permanente revisable. No debería pillar de sorpresa a nadie. Millones de personas expresamente habían solicitado su instauración plasmando su firma a petición de la familia de Mariluz y era algo que figuraba en el programa electoral del Partido Popular. Ya era hora. La sociedad española está harta, muy quemada, de ver cómo monstruos asesinos salen de prisión tras haber cumplido sólo una ridícula parte de su condena en aplicación de benévolas leyes o benévolas interpretaciones de las leyes. Este verano, en Noruega, condenaron al asesino de Utoya a veintiún años de prisión. Había matado a setenta y siete personas en un solo día, y no se cortó un pelo a la hora de decirle al Tribunal que lo juzgaba que sólo se arrepentía de no haber matado a más gente. Con dos cojones. Así que, en una  aplicación implacable de la ley noruega, el Tribunal le impone la escalofriante pena de tres meses y medio de prisión por cada uno de los asesinatos. No le han pedido perdón al condenado por la dureza de la condena de auténtico milagro. En España íbamos por el mismo camino. No me malinterprete. No estoy en contra de la rehabilitación del delincuente. Es más, creo firmemente en ella. Pero también creo en un derecho a menudo olvidado, y es el derecho que todos tenemos a vivir en paz, libres de criminales capaces de destrozarnos la vida sin que se les quite el sueño, sin que ni tan siquiera se les acelere el pulso. Creo que tenemos derecho a estar a salvo de las bestias salvajes, así de claro. Cuando esas bestias salvajes muestren arrepentimiento y demuestren rasgos humanos o, al menos, humanoides, podrán tener su segunda oportunidad. Cuando quien ha dejado patente su menosprecio a la vida de los demás, quien ha matado con frialdad, quien no merece vivir entre nosotros demuestre que ha cambiado y, por supuesto, después de haberse pasado una buena temporada a la sombra, podrá recuperar su libertad y podrá ser nuevamente aceptado como miembro de la sociedad contra la que atentó. La pena será revisable. Si el malnacido se ha rehabilitado, saldrá a la calle. Y si no se ha rehabilitado, pues se queda en prisión. Y va que arde. Lo ideal, sin embargo, sería que las penas estuviesen más o menos igualadas en los países de nuestro entorno. Al fin y al cabo, de nada nos sirve estar a salvo de nuestros propios perros si a los noruegos les da pena encerrar a sus lobos.

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