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Martes 16/04/2024  

Flamenglish

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Está de moda. Viene empujando desde hace tiempo, por decenios se cuentan sus pasos rompedores al principio, criticados por su atrevimiento, dejando una estela, abriendo puertas hasta que ha encontrado su sitio. El título de hoy como habrán visto no es un inglesismo, ni mucho menos un neologismo, más bien se trata de un palabro salido de la tinta que lo anotó al surgir la idea. Perdonen la osadía porque los lingüistas habrán levantado las manos señalando la barbarie pero no se me ocurría otra forma de llamar a este género basado en canciones rescatadas de la historia por cantantes nuevos que arriesgan hasta la saciedad por conseguir su primer número uno. Un género que no es tan nuevo ni tan rompedor porque lo de unir flamenco e inglés, "aflamencar" canciones de otras lenguas, ya despegó alrededor del año 1970 con el grupo Smash. Cómo pusieron a Manolo Molina por atreverse a cantar el garrotín que mezclaba letras en castellano y en inglés. Al pobre no había por donde cogerlo, pero a él poco le importó pues le favoreció tanto como para llevarlo derechito al éxito. Fue el primero que usó el jersey de cuello alto con chaqueta y un crucifijo enorme en el pecho. A ese estilo se le denominó rock progresivo que más tarde derivó en flamenco-rock. Grabaron más éxitos pero la banda se disolvió poco después para volver a unirse en ocasiones especiales. Años después, Los Manolos irrumpieron con una indumentaria rayana en lo hortera -gafas de escaparate, pantalones de campana y chaquetas con solapas inmensas- para convertir en rumba catalana amigos para siempre y all my living de The Beatles. Me pregunto si Paul McCartney los llegaría a oír, qué habría dicho, qué habría hecho, si habría gritado o se habría reído. El caso es que esta pandilla decenaria hizo bailar a propios y extraños, aún hoy sus éxitos se incluyen entre los grupos que amenizan saraos, bodas, bautizos y comuniones. Con desenfado innovaron, tomaron a su manera el testigo de Smash para transmitirlo a su aire, dejando una estela que luego han seguido otros grupos que no han llegado a tener el éxito de ellos. Tal es el caso de Las Seventies, dos chicas rubias cuya versión de I love to love provocaría un síncope a Tina Charles. Con todo el respeto por el trabajo que no es poco, en sus versiones se advierte una especial tendencia a españolizar la pronunciación, apoyada en el baile, especialmente en el movimiento de los brazos. Tal vez ahí esté el secreto de su éxito ya que trasciende al videoclip. En él se suceden las imágenes funky con peluca a lo afro incluida y el baile flamenco sin vestido de volantes, imágenes que al final se emparejan sin dejar de rumbear sobre un fondo con un punto de psicodelia. Pero el golpe lo asestan con la canción can't take my eyes of you, una canción versionada entre otros por Franki Valley, Andy Williams, Matt Monroe o Lauryn Hill, que la hizo sonar en todas las discotecas, golpe en el buen sentido, ya que dulcifica el ritmo de la rumba haciéndolo más lento, imprimiéndole un tinte de balada. El penúltimo -porque saldrán otros- de la serie es Pitingo, quien se atreve con un estilo personal llamado soulería y lo hace rescatando una de las más bellas canciones de todos los tiempos Killing me softly, de la que conserva sólo el estribillo en inglés. El cuarterón que le recorre el cuerpo sale al son de las palmas, un trabajo original con la mirada puesta en las raíces. Pitingo y Manolo Molina se dan la mano, cierran un círculo porque la soulería procede del soul y el garrotín del folclore asturiano.

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