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A moverse

De los beneficios de la actividad física

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  • Hay que buscar el equilibrio físico y mental.
La sociedad actual está caracterizada por llevar un ritmo de vida sedentario, carente de actividad física natural. En semanas anteriores hablamos de los beneficios de caminar, y hoy, más concretamente, hablaremos sobre el ritual del ejercicio físico. Todos los inventos e ingenios que nos rodean se elaboran con un fin: “hacernos la vida más fácil y cómoda”, pero, ¿hasta dónde resulta beneficioso? El acto de correr, saltar, levantar pesos, etc…eran actividades que solían hacerse con frecuencia en un mundo donde el coche, la moto, la bicicleta o el transporte público no existía. Inclusive, el trabajar no disponía de ayudantes robóticos ni de maquinaria sofisticada que excluyera mano de obra y rebajase el esfuerzo casi a cero. Muchos de los problemas articulares o cardiovasculares que se presentan hoy no sólo son debidos a malos hábitos alimenticios, sino a malos hábitos en nuestra actividad física diaria. Em muestras articulaciones, al igual que una pieza mecánica bien lubricada, su uso continuado origina un buen funcionamiento, aunque también un desgaste. Ese desgaste puede ser paliado en la medida de lo posible, y además, ese desgaste natural, necesario, da lugar a que la articulación funcione bien y a la vez, luche para regenerarse constantemente con mayor rapidez. Si esa pieza mecánica no tuviese el movimiento adecuado, terminaría oxidándose y comenzaría a dar problemas. Debemos aplicar la ley natural del movimiento. Todo aquello que se para, se estanca, todo aquello que se estanca se pudre. El agua en movimiento genera vida, el agua estancada se putrefacta y solo genera malestar.

Desde la montaña

Estaba sentado a la orilla del río Majaceite, en nuestra maravillosa Sierra de Cádiz, en el camino conocido como El Bosque-Benamahoma, una ruta muy fácil, sencilla, y con un paisaje único y espectacular en todas las épocas del año, sobre todo en primavera. Todo lo que rodeaba a ese tramo de bosque estallaba de vida, un movimiento cálido, pausado, fuerte y continuo, mostraba cómo el agua siempre cae hacia abajo. La naturaleza tiene formas y movimientos que se adaptan al patrón del universo, ese que en muchísimas ocasiones el ser humano se encarga de romper. Nada perdura y todo perdura, el movimiento es eterno en el tiempo y el espacio. Todo puede encontrarse en el remanso de un río, en el bullir de las aguas en cascada, en ese silencio, al que llamamos así, casi siempre, porque no sabemos escuchar. 

La ley del movimiento 
Griegos, romanos, chinos, japoneses… Muchos son los pueblos que han fundado sus bases filosofales de vida en el culto y cuidado al cuerpo, y la verdad, si tenemos sólo uno, bien hacemos en cuidarlo. Es curioso cómo a medida que hemos avanzado en el tiempo, con supuestos avances que mejoran nuestra calidad de vida (cosa que es cierta en algunos aspectos) anteponemos ritmos urbanos y cadencias frenéticas frente al cuidado corporal, mental y espiritual. 

Cuando trabajamos nuestro cuerpo en un gimnasio o fuera de él, no debemos olvidar que nuestro espíritu y nuestra mente también necesitan de un entrenamiento para que el todo se haga fuerte, no para que partes sueltas vaguen por ahí cada una de una manera, y nuestro todo sea un reino dividido. Lo que tantas veces repito siempre, ‘equilibrio’. Practicar un ejercicio físico moderado requiere disciplina, meditación, y trabajos combinados de energía y voluntad. Ejemplo de ello es el Tai-chi, el chi-kung, Zen… Combinados con cualquier entrenamiento corporal.
Consejo 1: Continuando con la tradición de unos días, ofreceremos dos consejos de la época medieval. Batiremos tres clara de huevo a punto de nieve, y luego las cortaremos con dos o tres gotas de vinagre (de manzana o vino). Este mezcla la aplicaremos sobre hemorroides molestas, preferiblemente por la noche con una gasita.
Consejo 2: Si padecemos de inflamación hepática, es decir, que nuestro hígado se inflame, prepararemos unas acelgas cocidas, no en exceso, que mezclaremos con mostaza y vinagre. Las utilizaremos todos los días, aderezando otros platos que se realicen a base de pescado o carne blanca.

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