La basura que rodeaba a Marta

Publicado: 28/03/2009
Antonio del Castillo habla pausado, sereno, mientras espera noticias del vertedero de Alcalá de Guadaíra, donde podría estar el cuerpo de su hija, aunque siguen pasando los días. ?Y uno no sabe qué pensar?, asegura el padre de la joven.
Pasa un día, otro, y otro... y no aparece, y esto no termina”, lamenta Antonio del Castillo, al comenzar otra jornada de búsqueda de su hija Marta. “Siento impotencia. ¡Qué padre no piensa: si me los dejaran a mí, los haría hablar...! Pero la Policía tendrá sus medios para que confiesen”.

Antonio del Castillo habla pausado, sereno, mientras espera noticias del vertedero de Alcalá de Guadaíra. Allí, con máquinas y perros, se inspeccionan los residuos donde supuestamente su hija estaría sepultada, bajo más de 40.000 toneladas de basura, según la última versión de su presunto asesino, Miguel Carcaño.

La familia lleva esperando desde que Marta salió de casa el 24 de enero, y cuando su ex novio y los que creía sus amigos confesaron haberla matado y tirado su cuerpo al río, esperaron que fuera localizada en el Guadalquivir, y ahora en el estercolero. Pero no hay rastro.

“Es como si lleváramos trabajando más de veinticuatro horas seguidas durante dos meses. Estamos cansados, muy cansados”, declara a Efe Antonio del Castillo. Su esposa, Eva, “tiene ratos”, dependiendo de si las dos hijas pequeñas están en casa. “Entonces hay que intentar llevarlo, que no nos vean tristes”, explica.
El viernes conocía el presunto intento de suicidio de Miguel Carcaño, quien habría dejado un carta que ha sido enviada al juez, cuyo contenido no ha trascendido. La maniobra no le importó, pero sí “que antes revele el paradero” del cuerpo de su hija, dijo.

La falta de resultados les conduce al desánimo. Pensar “que tu hija está en un estercolero es una de las mayores violencias, el mayor sufrimiento que puede experimentar una persona”, señala el psiquiatra y médico forense José Antonio García-Andrade.

El padre ansía que la encuentren y poder recuperar “un poquito de normalidad”. Volver a su trabajo –este calvario le mantiene de baja– como montador aeronáutico en Aernnova Andalucía, y a su rutina.

“En el momento que aparezca y le demos sepultura, que sepamos dónde está, descansaremos”, afirma. “La investigación nos preocupa menos, la policía, el juez, seguirán su trabajo. Ahí no podemos hacer nada”.

Pero los implicados –Miguel Carcaño, sus amigos Samuel B.P y, Javier G.M, el Cuco, de 15 años, y Francisco Javier M.D, hermanastro de Miguel– detenidos 20 días después de la desaparición, “están resultando tipos duros”, como afirma el psicólogo y criminólogo Vicente Garrido.

“Llama la atención su dureza emocional”, explica a Efe. “Es llamativo que siendo amigos de ella, de la pandilla, pudieran participar de un modo u otro en su muerte y mantener una pantomima durante el tiempo que estuvo desaparecida. Hace falta tener estómago”.

SALEN MAS COSAS DE LA CUENTA
La sarta de mentiras aumenta la desesperación familiar. La publicación de detalles, el dolor. “Salen más cosas de la cuenta –opina Antonio del Castillo– Teníamos asumido que había muerto de un golpe y no se había enterado de nada. La última versión de Miguel, por las formas y la manera que dice que la mataron, nos ha destrozado”.

Pasado este tiempo, con la maraña de declaraciones y la falta de resultados, nada parece fiable, incluso si está en el vertedero.

"No sé qué credibilidad darle", sostiene Antonio. “Este individuo (Miguel) es un embustero compulsivo”. No sólo durante la investigación. “A mi hija y a sus amigos les contó que su padre estaba en Italia. Me acabo de enterar por televisión de que tampoco es así”. Al parecer, según la cadena, vive en un pueblo de Sevilla.
Antonio del Castillo cuenta que Miguel, Samuel y el Cuco no eran del barrio, se integraron en la pandilla de Marta a través de un amigo del colegio de su hija. Conocía a todos, habían estado en su casa.

De Miguel sabía que tenía comportamientos violentos, “pero en la calle, nunca delante de mí”. El Cuco le parecía “un chaval normal”. “No te puedes esperar una cosa así de nadie”, insiste.

EN 2 MESES NO DESAPARECE UN CUERPO
De ser cierto que el cadáver fue arrojado a la basura, los restos orgánicos, las temperaturas, las bacterias, aceleran la putrefacción, pero “dos meses no es suficiente para que desaparezca un cuerpo”, asegura a Efe el forense José Antonio García-Andrade.

“Tendría que haber restos importantes y significativos” que puedan aportar datos a la investigación, explica, aunque duda de que esté allí: “Todos están mintiendo”, destaca este psiquiatra, que ha participado en los más conocidos casos criminales de la últimas décadas, como el del joven de la Catana o el asesinato de los marqueses de Urquijo.

Esa versión “no acaba de cuajar”. “El camionero que volcó el contenedor y lo llevó al vertedero tendría que haber advertido algo”, opina.

Un basurero, una fosa séptica, el agua, la cal,... son buenos lugares para deshacerse de un cadáver, “pero hace falta tiempo”. “Si se encuentran los restos –explica– todavía sería posible reconstruir qué pasó y las agresiones que sufrió la menor”.

La basura no habría borrado todas las huellas. “Se pueden ver muchas cosas, no es lo mismo morir acuchillado que por golpes o estrangulamiento”. A pesar de la descomposición, los restos óseos permitirían ver si hubo un traumatismo en la cabeza, como declararon inicialmente, o la rotura de la nuez.

La delincuencia juvenil es la más violenta, explica García-Andrade, y el grupo lo aumenta. “Son primitivos, torpes, zafios, se contagian unos a otros”.

SE PERMITEN MENTIRAS
La aparición del cuerpo de la adolescente es fundamental para la investigación, la calificación de los delitos, las penas o incluso si juzgaría un jurado popular o un tribunal profesional.

En la tercera y, por ahora, última versión, Miguel Carcaño declaró que él y el Cuco abusaron de su amiga y este último la estranguló con un cable. El Cuco, que al principio admitió haber colaborado en el traslado del cuerpo hasta el río, lo niega. Y Samuel, que previamente confesó su colaboración para deshacerse del cadáver, atribuye esas declaraciones a presiones policiales y ahora rechaza haber estado en el piso del crimen.

“Nuestro sistema procesal permite que los acusados mientan, se defiendan, se callen o lo que sea. Son las reglas del juego”, recuerda el criminólogo valenciano Vicente Garrido.

Pero cuando hay adultos y menores en un crimen y la responsabilidad se atribuye al menor, que es el que menos condena va a recibir “de entrada, me inquieto”, agrega Garrido.

De momento, no hay día en que el caso de Marta del Castillo no salga en todos los medios de comunicación. “No sé si todo esto ayuda”, indica Antonio del Castillo. “Pero no queremos que se olvide. Mientras la gente esté viendo y opinando, se interese... seguirán buscando”.

Y siguen pasando los días. “Y uno no sabe qué pensar”, añade. “Yo sé que la policía está trabajando mucho, pero, ¿y si hay algo que se les escapa?....”.

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