La 'espantá' de Sonsoles Espinosa
Hace unos días The Guardian, uno de los periódicos más prestigiosos de Inglaterra, dedicó un amplio reportaje a la figura de Sonsoles Espinosa...
Hace unos días The Guardian, uno de los periódicos más prestigiosos de Inglaterra, dedicó un amplio reportaje a la figura de Sonsoles Espinosa, la esposa del presidente del Gobierno español, comparándola en elegancia con Carla Bruni y resaltando su dedicación a la música.
Meses antes el mismísimo Gordón Brown envió una carta al matrimonio Zapatero, con el que tiene muy buena sintonía, en la que les decía que Sarah, su esposa, estaría encantada de ser la cicerone de Sonsoles, durante los días que durasen las reuniones del G-20 en Londres. Un gesto que en los tiempos que corren, es muy de agradecer, porque suponía la entronización del presidente español y de su esposa en la city londinense.
Eso sin contar con los actos en los que pudieran coincidir con la Reina de Inglaterra y con Michelle Obama, una de las mujeres con más peso del panorama internacional, a quien todos están locos por conocer, empezando por la propia Reina que no ha dudado en recibirles a título privado, como ya había hecho con los anteriores dignatarios norteamericanos, aunque es de suponer que en este caso su curiosidad sería mayor por la ola de admiración que han despertado los Obama en todo el mundo.
Por razones que no se han explicado, Sonsoles ha declinado acompañar a su esposo en la primera parte de un viaje tan importante para él, y por el que ha apostado muy fuerte. Tanto que se diría que es ahí donde Zapatero se juega su futuro como estadista. Y aunque bien es cierto que no ha sido la única dama que ha declinado la invitación –Carla Bruni se reserva el honor de ser la anfitriona de los Obama el sábado en Estrasburgo–, también lo es que en momentos de crisis es cuando todos tienen, tenemos, que arrimar el hombro. En el caso de Sonsoles, más porque es mucho lo que se juega su esposo en estos momentos y porque hubiera sido importante no defraudar a quienes con tanto interés esperaban su presencia en Londres.
No asistir a la cena que la señora de Brown ofreció a todas las consortes me parece un desaire innecesario, puesto que además de las primeras damas se encontraban allí personajes de la talla de la escritora de Harry Potter, J. K. Rowling y la modelo Naomi Campbell, además de gente del cine, la empresa, la cultura y el deporte británico.
Estoy de acuerdo con esas primeras damas que deciden no ser un apéndice de sus maridos, que quieren mantener su privacidad por encima de todo, e incluso aparecer lo menos posible en los actos sociales. Pero siempre hay excepciones que rompen la regla, y ésta es una de ellas. No sé qué obligaciones tenía Sonsoles que le impidieron volar a Londres con su esposo, pero sean las que sean, debería haber hecho un esfuerzo por aparecer en la foto con él, más ahora que parece que las cosas no pintan bien, o no tan bien como cuando llegaron a Moncloa. La responsabilidad en algunos casos es compartida.
Si bien es cierto que tampoco acudieron a la capital británica el marido de Angela Merkel y el de la argentina Cristina Kirchner, nos parece que Sonsoles ha desaprovechado una gran oportunidad personal y profesional (aunque no sea una obligación) de echar una mano a su marido de la que tanto anda necesitado.
Meses antes el mismísimo Gordón Brown envió una carta al matrimonio Zapatero, con el que tiene muy buena sintonía, en la que les decía que Sarah, su esposa, estaría encantada de ser la cicerone de Sonsoles, durante los días que durasen las reuniones del G-20 en Londres. Un gesto que en los tiempos que corren, es muy de agradecer, porque suponía la entronización del presidente español y de su esposa en la city londinense.
Eso sin contar con los actos en los que pudieran coincidir con la Reina de Inglaterra y con Michelle Obama, una de las mujeres con más peso del panorama internacional, a quien todos están locos por conocer, empezando por la propia Reina que no ha dudado en recibirles a título privado, como ya había hecho con los anteriores dignatarios norteamericanos, aunque es de suponer que en este caso su curiosidad sería mayor por la ola de admiración que han despertado los Obama en todo el mundo.
Por razones que no se han explicado, Sonsoles ha declinado acompañar a su esposo en la primera parte de un viaje tan importante para él, y por el que ha apostado muy fuerte. Tanto que se diría que es ahí donde Zapatero se juega su futuro como estadista. Y aunque bien es cierto que no ha sido la única dama que ha declinado la invitación –Carla Bruni se reserva el honor de ser la anfitriona de los Obama el sábado en Estrasburgo–, también lo es que en momentos de crisis es cuando todos tienen, tenemos, que arrimar el hombro. En el caso de Sonsoles, más porque es mucho lo que se juega su esposo en estos momentos y porque hubiera sido importante no defraudar a quienes con tanto interés esperaban su presencia en Londres.
No asistir a la cena que la señora de Brown ofreció a todas las consortes me parece un desaire innecesario, puesto que además de las primeras damas se encontraban allí personajes de la talla de la escritora de Harry Potter, J. K. Rowling y la modelo Naomi Campbell, además de gente del cine, la empresa, la cultura y el deporte británico.
Estoy de acuerdo con esas primeras damas que deciden no ser un apéndice de sus maridos, que quieren mantener su privacidad por encima de todo, e incluso aparecer lo menos posible en los actos sociales. Pero siempre hay excepciones que rompen la regla, y ésta es una de ellas. No sé qué obligaciones tenía Sonsoles que le impidieron volar a Londres con su esposo, pero sean las que sean, debería haber hecho un esfuerzo por aparecer en la foto con él, más ahora que parece que las cosas no pintan bien, o no tan bien como cuando llegaron a Moncloa. La responsabilidad en algunos casos es compartida.
Si bien es cierto que tampoco acudieron a la capital británica el marido de Angela Merkel y el de la argentina Cristina Kirchner, nos parece que Sonsoles ha desaprovechado una gran oportunidad personal y profesional (aunque no sea una obligación) de echar una mano a su marido de la que tanto anda necesitado.
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