La reciente apertura de las zonas restauradas del Convento de Santa Clara a las visitas públicas está permitiendo a muchos sevillanos el conocimiento y disfrute de uno de los monumentos más antiguos y valiosos de la ciudad y que ha permanecido oculto durante más de ocho siglos. Con estas líneas intento dar algunas pistas al visitante para que mejor pueda entender el significado de los espacios por los que transitará.
Lo primero que hay que advertir es que el acceso no se realiza por su entrada histórica, esto es, por la calle Santa Clara, dado que esta zona se encuentra pendiente de rehabilitación. La entrada actual se hace a través de la calle Becas. Si nos situamos en esta calle frente a la puerta de acceso tendremos a nuestra izquierda un volumen blanco ciego y a la derecha, un volumen similar pero con zócalo y fachada coloreadas y con numerosas ventanas.
Ambos volúmenes son en realidad un único edificio: los primitivos dormitorios del Convento. La mitad derecha la adquirió el Ayuntamiento en 1918 para instalar el Museo Arqueológico Municipal, luego fue Colegio Nacional y por último Conservatorio. La mitad izquierda continuó siendo convento hasta 1998 y, adquirida por el Ayuntamiento, ha sido rehabilitada y es visitable. Entramos por tanto por la mitad del primitivo dormitorio bajo que, inicialmente tenía una longitud de 90 metros.
Pasamos a continuación al claustro. Levantado el convento sobre el conjunto palaciego de don Fadrique, se conservan numerosos vestigios no solo de éste sino también de edificaciones islámicas precedentes. Se organizaba aquél con edificaciones de una planta alrededor de un patio rectangular, casi en todo coincidente con el actual (cuadrado), aunque más corto en el sentido este-oeste. Esto es, la pared oeste, frontal al acceso, sería la primitiva así como la mayor parte de las paredes sur y norte.
El claustro actual, renacentista, del primer tercio del XVI, se dotó de las columnas que ahora vemos así como de la planta alta. Los espléndidos paneles de azulejos que lo rodean, así como los del refectorio han sido desmontados en su totalidad durante las obras de rehabilitación, restaurados uno a uno y vueltos a colocar en su misma disposición. Igual se ha hecho con los azulejos “por tabla” existentes entre el artesonado. También la oculta decoración renacentista de éste ha sido recuperada.
En el centro de la pared sur se encuentra la impresionante pieza del refectorio, de la misma época, también forrada de azulejería y con las mesas de comedor, de maderas tropicales originales debidamente restauradas. Sobre la puerta de entrada, tanto hacia el interior como hacia el exterior, vemos unas interesantes pinturas que estaban totalmente ocultas y que han sido recuperadas.
La visita actual culmina en los jardines que rodean la torre de don Fadrique. Este recorrido nos permite conocer poco más de un tercio del primitivo convento. Quedan por recuperar espacios de gran valor: la qubba posiblemente almohade, adivinada entre las estancias conventuales, situada al sur del claustro y en la que ahora se trabaja; la primitiva capilla, luego sala “de Profundis” que, tras la cal de sus muros, esconde las, tal vez más antiguas y valiosas pinturas del “quatroccento” sevillano; el íntimo compás del que nos hablaba Cernuda y Montesinos… y la iglesia.
Queda mucho por hacer pero no podemos hacerlo recaer todo sobre las maltrechas arcas municipales. Otras instituciones (Junta de Andalucía, Ministerio de Cultura a través del uno por ciento cultural, ayudas europeas) deben colaborar. Y también deberá intervenir la sociedad civil sevillana que tanto ha ayudado en otras ocasiones, tal vez asumiendo la rehabilitación de algún espacio concreto (por ejemplo la Sala De Profundis o la iglesia).
Un esfuerzo de todos para recuperar nuestro patrimonio.