Zalamea la Real ha celebrado con la caída del Viernes Santo, un año más, la procesión de la Vía Sacra, una liturgia de la Semana Santa que data de 1776 a la que sólo pueden acudir los hombres, según marca la tradición.
Con la caída de la noche, una corneta ha anunciado el comienzo de la hora santa del Vía Crucis y la campana mayor ha tocado diez veces, momento en que los hombres, con un recogimiento absoluto, se han ido trasladando a la iglesia parroquial de la Asunción.
Desde ese edificio, que data del siglo XVII y simboliza la Casa de Pilatos, tras la cruz de guía de la Hermandad del Santísimo Cristo Yacente, han ido imitando el camino que hiciera Jesús desde el Pretorio hasta el Gólgota, del Calvario hasta el Sepulcro de Arimatea, cantando una salmodia antiquísima en verso que va narrando el acontecer de la Pasión del Señor.
Durante este recorrido las mujeres, al escuchar la corneta y la esquila que avisa del desarrollo de la procesión, se recogen en sus casas, tras puertas y ventanas, sin ser vistas y desde allí presencian el paso de los penitentes que está marcado por el recogimiento y el silencio y sólo roto por los cantos en verso.
Esta procesión constituye una de las tradiciones más singulares de la celebración cofrade de la provincia onubense y sirve de colofón de los actos penitenciales de Semana Santa en Zalamea.
Fue instituida por Gabriel Alejandro Sanz, director de las minas de la comarca en el último tercio del siglo XVIII, aunque se cree que se celebraba con anterioridad, y consolidada el 8 de septiembre de 1776.
En ese año se construyó y bendijo la Ermita del Santo Sepulcro, rememorando los Santos Lugares, como final del Vía Crucis que componen un total de 15 estaciones, en vez de las 14 que tradicionalmente conforman este tipo de actos litúrgicos.
En 1777 una viuda de la localidad, María Hidalgo, regaló la imagen del Cristo Yacente que se encuentra en ese sepulcro todo el año.