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Sábado 20/04/2024
 

Opiniones de un payaso

Amores que matan

De lamentable se puede catalogar el espectáculo que el PSOE está ofreciendo tras el golpe de mano que esta semana varios dirigentes regionales, con...

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De lamentable se puede catalogar el espectáculo que el PSOE está ofreciendo tras el golpe de mano que esta semana varios dirigentes regionales, con Susana Díaz al frente, han propiciado para defenestrar a Pedro Sánchez. Y, ya de paso, de digno para la reflexión se puede calificar, además, el hecho –bastante curioso, por cierto– de que, en lugar de descomponerse el partido que ha ganado las elecciones  por su incapacidad manifiesta para formar gobierno, sea el que debe erigirse en su principal alternativa el que, sin comérselo ni bebérselo, se está yendo al carajo.
No obstante, quien se piense que lo que está ocurriendo en el PSOE es debido a la tesitura en la que se encuentra sobre lo de abstenerse o no abstenerse para que gobierne Rajoy peca de ingenuo. Lo que está sucediendo es fruto de un conflicto por acaparar el poder de la organización en el que pesan demasiado algunas ambiciones personales. Y, aunque pueda resultar contradictorio lo que voy a afirmar a continuación, quien no vea que lo que está en juego tras el estallido de esta guerra interna es el proyecto ideológico y programático con el que partido socialista ha de actuar para tratar de mejorar la sociedad en la que vivimos es que es corto de miras.
Si la operación de derribo de Sánchez tiene finalmente éxito y, como consecuencia de ello, se facilita la investidura y el gobierno del PP, los socialistas corren el riesgo de perder su primacía en el espacio de la izquierda y su credibilidad como valedores de la socialdemocracia en favor de Podemos. Justo lo que los que se han rebelado contra la actual dirección de la formación se supone que pretenden evitar. Y corren el riesgo también de que les pase lo que les ha pasado a los socialistas griegos del PASOK en Grecia. Sería toda una ironía del destino que 137 años después de su fundación fuera otro tipo llamado Pablo Iglesias quien tuviera la posibilidad de dar por finiquitado al PSOE.
Responsabilizar a Pedro Sánchez de los resultados electorales de los últimos dos años me parece una broma de mal gusto. Una muestra de deshonestidad intelectual –y, por tanto, de indecencia– que no se sostiene. Obviar que después de 2011 el sistema político en España ha cambiado con la irrupción de nuevas fuerzas que han nacido y crecido en el marco de la crisis económica sufrida y que dicha irrupción ha trastocado profundamente el orden existente es llevar a cabo un análisis muy sesgado, en definitiva, hacer trampas. Díaz presume de haber obtenido la victoria en Andalucía en 2015, pero lo hizo con el peor de los resultados obtenidos por el PSOE en esta comunidad a lo largo de los últimos 20 años.
La dimisión en cadena de 17 miembros de la ejecutiva, aunque tal vez motivada, puede considerarse una traición en toda regla. Y no una traición hacia el secretario general, sino –lo que es más grave– a la organización a la que representan. Máxime, cuando para defender sus tesis no tenían más que haber esperado a la reunión del Comité Federal de mañana sábado.
Dicho todo lo cual, soy de los que opinan que Pedro Sánchez debería dimitir. Y opino que debería dimitir -reservándose la opción de poder volver a presentarse, si así lo estima oportuno y conveniente-, no solo porque ha cometido errores de bulto, forzado o no por las circunstancias, sino porque enrocarse como se está enrocando, aun cargado de razones, lo que puede tener como consecuencia es que el barco que capitanea se vaya a pique.
Está muy bien eso de hacer alarde del amor que se le tiene al partido, pero no se debe olvidar nunca que hay amores que matan.

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