Se me ha ido mi hermano Pancho. En la vida hay amigos que conoces desde siempre y hay otros que se convierten en un referente que se cruzan en tu camino cuando Dios quiere. Eso nos pasó a Paco Cossio y a mí hace unos años por mor de coincidir en una tertulia gastronómica que iniciaba sus pasos y a la que entre otras muchas cosas siempre le deberé eso: haberme hecho conocer a alguien tan maravilloso como él. Al poco tiempo nos decíamos hermanos y nos saludábamos con un beso.
De su mano y de la de JAF Cabrero tuve el inmenso honor de ser elegido por Manuel García para asesorar jurídicamente a la Hermandad de la Macarena en las diversas incidencias que se plantean en una cofradía de esa magnitud y con ello pude compartir las entrañas de su devoción infinita hacia la Esperanza. Nada más maravilloso que visitar la Basílica o recorrer el Museo con Paco. Su cara, sus anécdotas, su pasión. Su fe. Todo lo transmitía con ese inigualable verbo que poseía. Hoy seguimos ayudando, pero nos falta él.
La unión personal seguía creciendo y con Paco como responsable constituimos desde Nertis con el Vicerrectorado de Investigación de la Universidad de Sevilla un proyecto sobre legitimidad organizacional y social que desarrollábamos con toda la ilusión del mundo. Y puedo proclamar que Paco era la VIDA. La vida que le salía a borbotones siempre que estabas con él porque te hacía sentirla como nadie. Era el cariño, el corazón. No había forma de estar con él, por mucho que estuvieras investigando o estudiando, sin reírte permanentemente con sus comparaciones, con su forma de decir las cosas.
Compartíamos también los mismos colores futboleros, que no son otros que los del Sevilla F.C., que a ambos nos viene de casta y que él sentía como pocos.
Ahora que la Esperanza tiene a su Mayordomo en el cielo con Ella, gozará de la alegría que mana por cada uno de sus poros y se estará divirtiendo como nunca lo ha hecho. Pero yo, que algún día disfrutaré otra vez con él allá donde nos veamos, sólo puedo proclamar la enorme pena por el gran vacío que se nos ha quedado. Y rogar porque la Macarena y el Señor de la Sentencia ayuden a Margarita y a sus hijos a soportar ese inmenso dolor. Descansa en paz hermano.