Sin embargo, no fue hasta la adolescencia que recaló en la capital, en aquel Colegio Universitario que desterraba a sus estudiantes los dos últimos años a Granada en un peregrinaje que en muchos casos no tenía retorno en demasiados de los casos. “En mi último año fue cuando los estudiantes ocupamos la Escuela de Peritos y nos metimos en las aulas vacías, sin sillas, sin material; para exigir su inauguración y uso de una vez por todas”. Eran tiempos diferentes, no hay duda.
Sin embargo la delegada de Educación, que acompañó ayer el verde esperanza con un blanco luminoso, como el futuro que augura para los jóvenes estudiantes que ser incorporarán (“mi hija lo ha hecho este año”) al Plan Bolonia, fue de las que volvieron a su tierra tras recorrer la geografía andaluza y jienense, hasta recalar en el Instituto Jabalcuz, del que tiene un gratísimo recuerdo, ya que considera que le ha ayudado en su actual labor como delegada de Educación.
Sobre Bolonia cree que va a ser “muy positivo, ya que nos acerca y homologa con Europa, permite que todo el mundo pueda acceder a las becas y a enfocar los estudios a la producción y las necesidades de los territorios”. Su formación como filóloga española la hacen conocedora de los clásicos y le aporta una perspectiva que hace que relativice asuntos que muchas veces son distorsionados por la inmediatez y las prisas. Porque a Angustias Rodríguez (aunque la traicione su conversación) no le gustan las prisas, ni siquiera cuando va a correr todas las mañanas que tiene tiempo libre; o cuando puede ralajarse leyendo un buen libro, o paseando por el parque de la Alameda; incluso cuando sale con su familia por las sierras que rodean la ciudad donde venía a comprar ‘crayones’, tan lejanos y diferentes. Ahora hay centros TIC, con ordenadores para los alumnos, que aunque pueda parecer frío, cree que en la docencia hay cada vez más “amor y cariño”.