No tengo ninguna duda que tras los ataques del PSOE y la izquierda a la educación concertada subyace un evidente complejo de inferioridad de quienes no han sido capaces, a pesar de sus pancartas, sus gritos y su superioridad moral, de convencer a los ciudadanos que su propuesta es mucho mejor que cualquier otra.
Y como no han podido convencer a pesar de llevar muchísimos años con la responsabilidad, ahora lo intentan imponer por la ley. No es de recibo que quienes se han servido de los centros privados (fundamentalmente religiosos) para, mediante concierto, cubrir su oferta de educación universal y gratuita ahora le peguen una patada.
Es excesivamente injusto que quienes se han valido de los colegios concertados para evitar tener que invertir su presupuesto en obras, construcciones y contratación de profesorado y personal de administración y servicios, mantenimiento… ahora emprendan una campaña de acoso y derribo que, como decía al principio, no es más que un reflejo de un complejo de inferioridad de una izquierda que quiere imponer por ley el modelo que no ha logrado convencer.
Porque no hay más que ver cada año las solicitudes de escolarización para comprobar cómo hay una gran mayoría de padres que prefieren que sus hijos estudien en centros concertados.
Unos centros que ofrecen una educación tan pública como los centros llamados públicos con independencia de quién los gestiona y administra. El PSOE ha dado un viraje hacia la izquierda más rancia, aquella que no consiente que haya personas que, desde el ejercicio de su libertad, opinen y elijan distinto a ellos.
Y como esa izquierda arcaica, pretende obligar por ley que todos pensemos y elijamos igual. Los colegios concertados merecen, cuanto menos, el respeto de quienes durante año se han valido de ellos y, en muchos casos, incluso han preferido para su esfera personal.
Y que los ataques vengan sustentados en una mentira (ampliamente demostrada semanas atrás) de toda una ministra de Educación del Gobierno de España. Y se han puesto beligerantes porque saben que una gran mayoría de ciudadanos no están con ellos y pretenden aplicar el rodillo de la minoría gritona que en otros casos les ha podido ser útil.