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Martes 16/04/2024  

Desde la Bahía

Reflexión poética de un confinado

Se necesita un príncipe encantado que vuelva la princesa a su esplendor rítmico, métrico o de verdadera desnudez.

Publicado: 18/01/2021 ·
23:10
· Actualizado: 18/01/2021 · 23:10
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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El confinamiento nos encierra de nuevo en nuestro municipio. Pero es el frío el que nos lleva a encerrarnos en el cuarto de estar. En la chimenea las llamas juegan con el aire una quebrada danza. Alguien intenta deleitar con un cuento de Hadas. Érase una vez hace muchos años, que un punto muy pequeño pero muy denso, finalmente explosionó. Una pequeña fracción de segundo después, un instante de inflación tras el BigBang, lo que iba a ser el universo, se expandió a un ritmo exponencial colosal. Qué duda cabe, el universo es evolución, pero toda evolución necesita seres creados por un Ente Supremo, capaces de evolucionar. Es frase del Papa Francisco. 

Pero antes del ser humano interesarse por el origen del universo, ambos, hombre y mujer habían fijado sus pupilas uno en el otro y la mirada fue el Big Bang, el instante de inflación convertido en encanto y su expansión, también exponencial, dio lugar al universo del amor. Eran las hadas madrinas del cuento.

 Una vez conseguido el lenguaje escrito le dieron una forma especial en los jeroglíficos egipcios de 25 siglos A.C. como cantos de labor y religiosos. Aparece la poesía, princesa encantada de nuestro cuento. En un principio se hace amante de las hazañas de héroes ideales de una clase guerrera o aristocrática que rigen los pueblos. Es la Épica. Así aparece en el Poema de Gilgamesh escrito con caracteres cuneiformes y sobre tablas de arcilla, unos 2.000 años A.C. O en Homero, en su Ilíada y Odisea de ocho siglos A.C. 

Pero pronto nuestra princesa, cambió al héroe por los sentimientos y emociones profundas respecto a una persona u objeto. En Grecia fue donde esta forma de expresión - la Lírica - más destacó en principio y se acompañaba de la Lira, de ahí su nombre, instrumento musical. Es entonces cuando se adosa su mejor indumentaria: su modisto es el poeta. Él impone el arte de la poesía. Bajo este título, Erza Pound habla de la importante responsabilidad social del poeta, algo que ya había indicado Aristóteles al decir que su misión no es soólo contar las cosas que realmente han sucedido - muy propio del historiador - sino aquellas otras que podrían haberlo hecho de acuerdo con la verosimilitud o la necesidad. Además, en su obra expone las características del lenguaje poético: Fanopea - manejo de la imagen -. Logopea - discurso del pensamiento poético - Melopea - manejo del ritmo y la eufonía - La métrica y la rima son condiciones sine qua non de toda poesía. Y a ello une un adorno especial, la metáfora. Pero en el siglo XIX nuestra protagonista salta de su palacio a la vida moderna y dos amigos Kahn y Jules Laforgue la convencen para que se libere de su indumentaria, de su fina vestimenta y la incitan a que como luego diría Juan Ramón, "aparezca desnuda toda" y su alma "el poema" se hace libre. Los criterios para saber si un texto es o no un poema se diversifican. La poesía aparece ahora - siglo XXI - ligada al avance tecnológico y científico. La princesa se ha hecho oficinista. Surgen en ella gustos muy diferentes: La metapoesía, la Biopoesía, la poesía ecologista, la poesía virtual, transmodernista, así como ciertos vanguardismo y estéticas críticas entre las que se cita "la poesía de la conciencia". Y del verso libre se pasa a una libre combinatoria propia del posmodernismo y el postestructuralismo, la prosa se parcializa en renglones cortos y largos y quiere ser poema. La metáfora ya no es adorno, es el velo que cubre el poema, anulando su transparencia. 

Se necesita un príncipe encantado que vuelva la princesa a su esplendor rítmico, métrico o de verdadera desnudez. El poeta es el creador del arte, pero no domina el andamiaje que hace posible su estructura, como la flor no sabe de botánica y ha de ser el lector, el crítico, el que ordenando los pilares básicos, haga posible que el edificio sea admirado y adquirido. Embriagarse con el arte, haciendo caso omiso al lector llevará al alcoholismo literario y nuestra princesa - la poesía - se quedará sin el beso del príncipe/crítico/lector, que hace sublime el cuento. Por la amplia boca de la chimenea, las llamas exhalan un cálido aliento, que al rozar el rostro, acaban cerrando los párpados. El sueño es el poema que el descanso precisa recitar. La poesía el embeleso de las almas confinadas. 

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