Si la semana pasada nos tocó hacer un análisis de las implicaciones y motivaciones sociales sobre cualquier justificación que se pueda dar a la mudanza de gente como el Rubius a Andorra, es de justicia hablar del fenómeno contrario. Por ejemplo, Ibai Llanos. Es un streamer hiperbólico y faltón, un concentrado vasco de esencias sudamericanas, que, a pesar de ser mucho más joven que yo, a pesar de que cuando yo tenía edad de votar él seguramente no había nacido (o se cagaba encima), parece haberse criado al calor de esas retransmisiones deportivas en que la exagerada reacción del locutor no tenía nada que ver con la importancia de lo que sucedía en el campo. Este se queda, y se queda, según yo creo, por tres motivos: porque le parece lo correcto, porque le compensa personalmente y porque le han tocado los cojones.
A Ibai Llanos le parece lo correcto porque sabe que con sus impuestos, y con los míos, se construye un mundo mejor. Y aunque tanto él, como yo, como los que se han ido, sabemos que se roba, también sabemos que la solución pasar por pillar a los que roban, no por hacer huelga de impuestos; la realidad no espera a que se resuelvan las pataletas, y menos las pandemias.
Yo creo que a Ibai Llanos le compensa personalmente porque sabe que el dinero es algo que solo sirve para vivir bien, mejor que sin dinero, y parte de ese vivir bien tiene que ver con el sitio donde vives y con la relación que tienes con tu almohada cuando te acuestas y con tu espejo cuando te levantas. Es mejor vivir sin esperar a ver qué defectillo de formas le encuentra el fisco a lo tuyo. Es mejor vivir sabiendo que tu vida es más útil a los demás, más benéfica, que la vida de uno que se larga.
Y yo creo, es mi apuesta personal, que Ibai ve reforzadas estas dos posturas porque le han tocado los cojones desde los nichos más casposos y envidiosos de opinión, y desde la derecha más casposa y estúpida, la de la doble moral y el vasallaje, la derecha que no soporta que un cualquiera tenga un poder que no pueden controlar, la misma derecha que ya una vez censuró el Carnaval y que volvería a hacerlo si pudiera. Yo creo que Ibai Llanos se ha dado cuenta de que su conducta importa, que para él ha llegado el momento poner pie en pared y dejar claro que nadie le va a llamar flojo, sinvergüenza o aprovechado, que nadie lo va a usar para reafirmar la idea de que cualquiera con dinero se comportaría igual que los dueños de los medios de prensa que lo atacan. Que el éxito no tiene por qué hacerte peor persona y que, despreciándolo a él, están despreciando a millones de chavales, y no tan chavales, que lo tienen en su pensamiento, que forman parte de su colosal órbita gravitatoria.
Creo que, en este caso, Ibai Llanos no ha puesto a sus defensores como escudo, sino que ha puesto su irreverente cara como escudo de su gente, y ha dicho «Las tortas a mí; meteos con uno de vuestro tamaño. Yo no voy de guay, lo soy. Mi palabra vale cien veces más que vuestra tinta».