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Miércoles 24/04/2024  

Arcos

“La música tiene algo de sanadora”

Entrevista con el bajista Yann Aravit, miembro del grupo Maestro Mutante

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  • Yann Aravit es un gran músico y una persona muy amable y cordial. -

La belleza de Arcos y su modo de vida han sido con gran frecuencia reclamos para que los artistas, sean de la disciplina que sean, se afinquen en la ciudad. Es lo que le ha sucedido recientemente al músico francés Yann Aravit, que ha comprado una vivienda junto a la iglesia de San Agustín. Este virtuoso del bajo y del contrabajo, y auténtico enamorado del jazz, del funk, de la bosanova o de la música cubana, pretende echar raíces en Arcos después de haber vivido una intensa experiencia por el mundo. Nació en 1976 en una pequeña localidad al norte de Toulouse. Su vocación por la música es cosa de familia.

Tu abuelo y tu padre fueron músicos...

– Mi familia paterna emigró a Argelia a finales del siglo XIX. Procede de la zona de Benidorm, de una aldea junto a Elche. Se estableció en el norte de África, en el Protectorado francés, porque allí había trabajo. Mi abuelo, sobre 1920 empezó a tocar la batería y montó su propia orquesta, con influencias del jazz y bebop. Era la gran época de Charlie Parker, Miles Davis... y de las bases militares americanas que traían toda esa música. Mi abuelo dio trabajo a mi padre, que era baterista, y a mi tío, que era guitarrista. Me crié con el jazz, la bosanova... Y mi madre, una gran aficionada a la música funky, la música afroamericana... También me  gusta mucho el latin jazz (mi padre tocaba los timbales) y estaba muy involucrado en los ritmos cubanos. De hecho, cuando mi padre regresó a Francia en 1962,  se trajo todos esos ritmos a los que los franceses no estaban acostumbrados.

Sin embargo, te declinaste por el bajo.

– Sí. También tuve en mi juventud un grupo de rap. Tendría 13 o 14 años. Después empecé a estudiar el bajo, y no he parado desde 1995. Es un instrumento fantástico que me llena mucho. Es un gran desconocido pero con grandes posibilidades.

Y esa inquietud por aprender música te conduce a viajar a varios lugares del mundo...

– Me gradué en bajo eléctrico en el único instituto que había en Francia para estudiar el instrumento. Luego entré en una escuela de música latina en la que empezaría mi carrera profesional; primero con una orquesta llamada La Madrugada Orquesta y luego con  Songo 21, que también hacía sonido latin jazz.  A raíz de ahí decidí viajar a Cuba para aprender, y lo hice de la mano de Feliciano Arango, fundador de la timba cubana; una persona que me enseñó los secretos de la salsa cubana. Allí tuve una gran experiencia humana, por la forma peculiar de su vida; es un lugar con mucho mestizaje. A nivel musical, aprendí muchísimo. De Cuba regresé a Francia hasta 2007, año en el que decidí venir a España buscando mis raíces. Ya empecé a sentir inquietudes por el flamenco. Primero Barcelona, donde no encontré la España que yo buscaba. Mi abuelo era republicano e incluso fue deportado a Mauthausen, por eso nací en Francia. Viajé a Madrid, a un pueblo llamado Cadalso de los Vidrios, donde se sitúan los orígenes de mi madre. Ahí empecé a conectar con músicos de primera categoría, del flamenco, rock, jazz, jazz flamenco que es una fusión fantástica... Luego me vine a Andalucía, a Granada, donde me enamoré de una chica. Allí trabajé en la compañía de flamenco Callejuela de la Luna con un formato de diez músicos. Volví a Madrid y llegó la pandemia... Descubrí Cádiz en 2018 cuando trabajé con el pianista Adolfo Delgado, con el que hice una pequeña gira. Me sentí muy bien. 

¿Y tu primer contacto con Arcos?

– Estando en Cádiz me surgió una oferta en Arcos porque empecé a trabajar con gente de Jerez, ciudad a la que me quería acercar artísticamente. Arcos me encantó por su energía, su historia, su patrimonio monumental, su ubicación... Fue una especie de flechazo. Me establecí aquí y me siento muy bien.

¿Cuál es, desde Arcos, tu proyecto de vida y tu proyecto artístico?

– He empezado a trabajar con el grupo jerezano Maestro Mutante, que mezcla el funk y el soul con el acidjazz. Con ellos trabajo y, al  tiempo, desarrollo mi propio proyecto en torno a la fusión del flamenco y el jazz, donde el bajo tiene un gran protagonismo. Eso en la parte musical, pero en la pedagógica he publicado un libro con un método de aprendizaje del bajo eléctrico donde condenso todos mis conocimientos. Me puse en la piel del estudiante y pensé que tendría que haber tenido ese libro en mi época de estudiante.

¿Y no es un poco arriesgado mezclar el flamenco con el funk?

– Es novedoso. Por mi toque de bajo y las técnicas que uso, combina muy bien con el flamenco. Realmente, lo que hago es coger un palo del flamenco y desarrollarlo dentro del funk. Intento mantener la marcha funk sin perder la esencia del flamenco. En directo puedo romper en el flamenco más tradicional y en el funk más bailable.

¿Cómo encaja el público, sobre todo el público flamenco, esa combinación de estilos?

– He tenido buenos comentarios. Lo que hago es innovador y creo que he logrado esa fusión sin perder la esencia del funky. Los flamencos reconocen en mi música ese toque flamenco. Abro una nueva puerta porque esa fusión se presta también al baile. Da mucho campo libre. El flamenco y el jazz se han fusionado muy bien, y seguro que con el funk también.

Has grabado un primer disco exclusivo de bajo. ¿Qué tal la experiencia?

– Muy bien. El bajo no  es un instrumento solista, por lo que he tenido mayor dificultad. Pero era un reto. He grabado el disco en unos estudios de San Martín de Valdeiglesias, de Madrid, con el productor José Manuel Castro. Es un disco íntimo, con pocos medios económicos, pero también una tarjeta de presentación para que la gente conozca mi habilidad con el bajo. He tenido buenos comentarios en España y fuera de España, en prensa especializada y en el programa ‘Saltamontes’ de Radio 3 (RNE). Es un disco que llama la atención.

¿Qué otros proyectos  te traes entre manos?

– Estoy armando un cuarteto con el que pretendo grabar otro disco y tocar en directo.

Tus fuentes de inspiración son el jazz, el funk..., pero ¿cuáles son tus músicos referentes?

– Me gusta mucho el funk de los setenta y ochenta: Stevie Wonder, Prince, Marcus Miller, Jaco Pastorius,  Esperanza Spalding a la que quiero muchísimo, Víctor  Wooten ...  Intento coger trucos de cada uno y mezclarlos de algún modo. No puedo dejar de citar a Feliciano Arango con el que estuve cinco años en Cuba. Gracias a él he podido entrar en el  mundo del flamenco, pues el bajo cubano y el bajo flamenco son primos, en acento, en duración de las notas...  El flamenco es un estilo complejo, pero la escuela cubana me facilitó entenderlo. Tuve también la suerte de recibir una masterclass de  Carlos Benavente, en Vallecas, donde aprendí muchísimo.

Tanta experiencia y  viaje te habrán creado una actitud sobre el mundo y la vida, e incluso un espíritu crítico.

– Durante doce años de mi vida fui también azafato de vuelo en paralelo con la música. Desde joven he viajado a la África subsahariana, Bangladesh, Egipto, Madagascar, el Caribe francés y español, América latina... Ahí he conocido la condición humana y tomado conciencia sobre mi situación social y económica en el mundo. La música es mágica: puedes hacer amigos en 24 horas.

¿Crees realmente que la música puede cambiar el mundo?

– Sí. La música tiene una potencia de sanar, de hacerte sentir bien, de evocar recuerdos... La música puede unir a grupos de gentes de distintas ideas e ideologías. Luego, creo que la música distorsiona el tiempo a la hora de practicar, de improvisar, de ofrecer un concierto.  Cuando toco procuro dar placer al público, a veces tomando algún riesgo, pero que el público lo percibe y es agradecido en este sentido. También la música es una forma de compartir. En el Alzheimer, los médicos descubrieron que lo último que se deja de recordar es la música de la infancia. La música no muere. Eso me fascina, como también que cada ser humano tenga una clave tonal y vibre en un tono particular, una nota”.

Ha sido un placer, mucha suerte en tu carrera profesional y que sigas cultivando esa vocación tan especial por la música.

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