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Arcos

La importancia de tenerte en cuenta

Nunca ocultó su indignación ante cuestiones que le afectaban a título particular y, especialmente, aquéllas que afectaban al día a día del pueblo, y no porque fuesen de un modo u otro, sino porque nunca encontrarían remedio

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“No hemos venido al mundo para vivir, sino para descifrarlo mientras vivimos”. Juan Ramón Jiménez

José Antonio se pasaba casi a diario, entre la una y las dos, por los estudios de Antena 3 radio en la calle Paseo de Boliches, donde José Luis Núñez dirigía y presentaba el magazine y el informativo. Su vinculación con la emisora venía de varios años atrás, ya que el local de Deán Espinosa donde se instaló en primer lugar la radio era de su propiedad, pero, con el tiempo, el permanente contacto se había convertido en una especie de hábito, casi en una necesidad, independientemente de donde se hiciera el directo.

José Antonio se paraba en la radio, del mismo modo que antes lo hacía en los bancos, en Los Olivos, en el médico, en la asesoría o en Correos, camino de regreso a El Convento, en aquellos años en los que la radio, a falta de otro tipo de medios en la ciudad, era el eco constante del pueblo y el lugar a donde antes llegaban todas las noticias y también todos los chismes de lo que ocurría o podía ocurrir en Arcos.

En cuanto alguien abría la pesada puerta del estudio aprovechando una desconexión, José Antonio pasaba de inmediato a saludar a todo el equipo y ...a sincerarse, a compartir con nosotros los motivos por los que, día sí y día también, no podía ocultar su indignación ante cuestiones que le afectaban a título particular y, especialmente, aquéllas que afectaban al día a día del pueblo, y no porque fuesen de un modo u otro, sino, simplemente, porque puede que pensara o creyera que nunca encontrarían remedio.

“¿Te das cuenta, Francisco Javier?”, le decía al Boqui, que seguía atento desde el control de sonido a las cuestiones que planteaba. “¿Te das cuenta?”, como latiguillo definitivo con el que siempre remataba sus exposiciones, en busca del apoyo, del asentimiento o, cuando menos, el reconocimiento de los hechos, como si fuese el único consuelo posible ante lo inevitable.

Es cierto que, en la mayoría de los casos, le exaltaban todas aquellas cuestiones que afectaban al desarrollo turístico de Arcos, del que dependían sus negocios, pero incluso aunque no hubiese abandonado su oficio original de cartero quiero pensar que habría insistido en los mismos matices, en las mismas inquietudes, hasta desembocar en lo que ansiaba: una ciudad con aspiraciones, más allá de su Peña, su lago y su conjunto histórico, consciente de que durante muchos años se había estado viviendo de las rentas mientras otras muchas ciudades de la provincia y de Andalucía nos cogían la delantera con una mentalidad adaptada a los nuevos tiempos.

Tampoco es que viviese en permanente estado de ofuscación; de hecho, vivimos a su lado un buen puñado de anécdotas que apuntan a todo lo contrario, pero, ahora mismo, ante su inesperada ausencia, regresan los ecos de aquellas inquietudes a las que el tiempo ha ido dando respuestas, aunque tal vez no al ritmo ni en el momento en que él empezó a reivindicarlas.

José Antonio apoyó mucho a aquella radio que contribuyó a modernizar la ciudad, y poco después haría lo propio con este periódico, cuya sede de la calle Corredera también incluyó en el recorrido diario de sus incansables paseos en torno a la ciudad antes de regresar a su restaurante.

Y es verdad que le perdía verse retratado en los medios, especialmente en la prensa, y que dentro de su gremio había quien receleba acerca de cada una de sus apariciones, pero tampoco conviene olvidar que detrás de cada una de ellas, y de las del nombre “El Convento”, en prensa, en revistas especializadas, en guías turísticas, en asociaciones gastronómicas, en encuentros literarios..., aparecía el de Arcos de la Frontera. Era su negocio el que promocionaba, sí, pero la marca que lo situaba en el mapa apuntaba a la ciudad de la Peña, y era de Arcos de lo que se hablaba en sus stands gastronómicos, y era a Arcos a quien representaba cuando participaba en foros turísticos o recibía alguno de sus muchos reconocimientos.

José Antonio, que no sólo conocía muy bien a su pueblo, sino que te daba de memoria las direcciones de varios miles de arcenses con citarle los dos apellidos -por deformación ex profesional-, se ha marchado en un día de la Virgen de las Nieves, sin tiempo a decirle adiós, ni de decirnos adiós, aunque ya todo esté dicho, como si fuese el único consuelo posible ante lo inevitable: ¿Te das cuenta, José Antonio?

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