Dicen que del dicho al hecho hay ´algún´ trecho. Decir mucho es, en ocasiones como la que queremos comentar, demasiado.
No es tanto el trecho que a veces separa las palabras del acto. Y se nos antoja que algo de ello ha pasado recientemente y que se ha puesto de manifiesto a través de los ´calientes´ acontecimientos que están rubricando esta interesante campaña política abundante en nuevos horizontes inéditos en nuestra democracia.
Desde el cara a cara de Sánchez y Rajoy, hasta la agresión - deplorable por cierto - a este segundo en Pontevedra llevada a cabo precisamente por un joven de diecisiete años, ha mediado nada y menos. Y a quien deseara establecer relación entre uno y otro acto, en la libre interpretación de los hechos y circunstancias, podría verse inclinado a establecer, bajo un mismo adjetivo, relación entre uno y otro.
Venimos abogando por las formas, que en dialéctica, como manera de expresión y confrontación de ideas en cuanto a la manera de ver las cosas, se traduce en capacidad de diálogo, defensa de criterios y templanza en el uso de la palabra que, de forma sabia, rebata con razón, datos y respeto, posicionamientos contrarios.
Hemos tenido oportunidad de ver en directo aquél cara a cara, cuyo nivel de audiencia en canales televisivos ha alcanzado cotas importantes. Hemos tenido, por activa y pasiva, capacidad de analizar con suficiencia de medios, el contenido y contexto en el que se desarrolló. Y hemos podido pormenorizadamente bucear en gestos, actitudes, palabras, miradas y guiños, todos ellos dirigidos a un fin: quedar por encima del contrario.
Lo no que no nos pasó desapercibido fueron los adjetivos ´rositas´ que se dedicaron el uno al otro, en lo que pareció una partida de ping-pon llena de ´veneno´ rozando la virulencia (por no decir violencia), en un índice descalificador poco usual en los medios de comunicación.
No nos es indiferente la política. Lo venimos comprobando en esta inusitada y reciente pluralidad que reviste el abanico que se presenta en estas próximas elecciones nacionales. Desde la emergente - término fallido desde cualquier punto de vista - hasta la histórica configuración de las opciones y siglas convocadas a las urnas el próximo día veinte, la ciudadanía se siente especialmente expectante y activa respecto a todo lo que declaraciones, entrevistas, debates y programas se refiere.
Marcarán historia estas elecciones generales. No cabe duda. Sin embargo aquella virulencia, (violencia) desechada de forma generalizada y democrática, una vez más la aseguramos inadecuada en el lenguaje verbal y mucho menos físico.
Por eso, quizá entendemos que hay ocasiones que del dicho al hecho puede que el trecho se reduzca. No es gratuita la afirmación si tenemos en cuenta las grandísimas dificultades que ha generado en la población la crisis, la corrupción, las mentiras y sobre todo la falta de representatividad de muchos de los políticos quienes, también por las urnas y a la postre, resultaron fallidos, inadecuados, falsos y corruptos, violentando igualmente la convivencia y el proceso democrático.
Por eso, creemos que el trecho hay que recorrerlo en connivencia con la palabra, los postulados, los programas electorales y todas aquellas promesas que se hacen, se hicieron, o se hagan, frente a una población harta de mentiras y cuya expresión - injustificable - pudiera convertirse en agresión como a la que recientemente hemos asistido.
Siempre existe el recurso de la locura en todas sus variantes o grados para intentar añadir cierto paliativo a una actuación como la de aquel joven, cuyo alcance en la imagen de un país para nada es grata. La cordura, sin embargo, ha de caminar hacia otro lado. Es la cordura de la capacidad, en este caso de nuestros representantes, para no alterar más aún la convivencia y el trato que como personas nos merecemos todos.
Las verdades hay que decirlas. Certeras, datadas, contrastadas y sobre todo en línea con la filosofía que marcan pensamientos diferenciados. Para ello, cada palabra cuenta y no es lo mismo ´persona´ que ´político´ a la hora de restar decencia a los demás.
´Miserable´ y ´ruin´, tampoco son palabras cargadas de amabilidad. Más bien, estas despectivas calificaciones pertenezcan a un período quizá caduco, en el que a través de la vírica y malformada dialéctica, se pudiera incitar a ir más allá.
El 20 D, será participativo, pacífico y sobre todo esperanzador.