A la escuela

Publicado: 04/09/2020
Artículo de opinión de Pedro Sevilla
PEDRO SEVILLA

Mi hija, que sin menospreciar a ninguna de mis queridas lectoras es una madre responsable y abnegada, lleva todo el verano intranquila por la ya inminente vuelta al cole de sus tres hijos. A ella, igual que a muchos de ustedes, me imagino, se le suma el hecho de ser profesora, así que su desasosiego le viene como madre y como miembro de tan honrosa profesión.

Sí. Se han hecho las cosas mal en los diecisiete distritos nacionales donde se organizan los planes de estudios, las materias y demás burocracias. Hemos tenido meses para sentarnos a hablar, para organizar un plan común de actuación, pero hemos dejado pasar el tiempo y ahora, metidos ya en septiembre, lo queremos arreglar todo en dos días. ¿Y cómo lo arreglamos? Pues como siempre: cogemos al más bajo en la cadena de mando, o sea, al Director del colegio, y le exigimos que con un par de profesores ponga en marcha un protocolo anti covid que no lo entiende ni quien lo ha diseñado.

Ay. Dichosos tiempos aquellos, los de los años sesenta, donde nuestras madres sólo tenían que preocuparse de espulgarnos día sí y día también, y de lavarnos bien la cara y las orejas y cortarnos las uñas para que el maestro no nos devolviera a casa por gorrinos. Hoy, los niños de las madres que amé tanto, van a tener que iniciar el curso con una temperatura no superior a 36,5, con mascarilla y con no sé cuántos metros de distancia social, que esa es otra: a ver quién le mete en la cabeza lo de la distancia social a un enjambre de mocitos y mocitas con las hormonas picoteándoles por todo el cuerpo.

No quiere uno que el curso escolar se venga abajo. Es muy difícil que pueda llevarse con normalidad mientras el virus ande por ahí, pero lo ideal es que los niños vayan a la escuela, que crezcan juntos, como los plantones de una maceta. Es muy triste ver a profesores y alumnos hablando de Física través de un ordenador, en la sala de estar de sus casas. Es muy triste aprender en soledad la tabla del nueve y no cantándola todos juntos, nueve por dos dieciocho, nueve por nueve ochenta y uno, como hacíamos en El Pósito después de cargarnos nuestro vaso de leche en polvo, regalo de los americanos.

Lo digo porque hay gente que aprovecha ahora para arremeter contra los maestros, contra la escuela y contra la Educación, y creo, que debíamos hacer lo contrario: ensalzar la labor de estos profesionales,alabar a nuestros maestros. Cantar a la escuela, ese modesto cuartito donde, generación tras generación, hemos ido aprendiendo a golpe de puntero que España limita al Norte con el mar Cantábrico y los montes Pirineos, que la separan de Francia, al Este con el mar Mediterráneo, al Sur con el mismo mar, y al Oeste con el océano Atlántico y Portugal. Gracias, benditos maestros.

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