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Arcos

El último vuelo de la poeta arcense Eduarda Vázquez

La miembro fundadora del grupo poético ‘Alcaraván’ fallece en Madrid a los 89 años

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  • Eduarda Vázquez, en el recuerdo. -

Pedro Sevilla/ José A. Benítez

Aunque aparece poco en los estudios y monográficos dedicados al grupo poético ‘Alcaraván’, ya saben, el nacido en nuestra ciudad allá por 1949, Eduarda Vázquez es una de sus miembros fundadores. Sí. No es una errata: Eduarda, mujer. En aquellos años la poesía, como el coñac ‘Soberano’, era cosa de hombres, pero ella logró hacerse un hueco equivalente, amistoso, poético, entre el bullicio de aquellos muchachos -Juan de Dios Ruiz Copete, Antonio Murciano, Carlos Murciano, Cristóbal Romero, Antonio Luis Baena…- que querían, como todos, llevarse el mundo por delante. Eduarda Vázquez ha muerto estos días atrás en un hospital madrileño. Sus publicaciones han sido escasas pero traerla aquí hoy, aparte del pesar por su fallecimiento, constituye un acto de justicia poética, de agradecimiento a su participación en el nacimiento de un grupo ya mítico en nuestras letras hispanas y de una revista, entrañable, mecanografiada con el corazón, que acogió poemas de grandes autores.

Precisamente en el número 2 de ‘Alcaraván’ aparece un poema suyo que aquí dejamos en su memoria: QUEJA. “ ¡Que sólo quiero/que seas mío!/ Y mece tu talle varonil, el viento;/ y besa tus labios de fresas, el frío; / y dora tu rostro de bronce, el sol; / y abraza tu cuerpo moreno, el río./ ¡Todo te tiene!/ ¡Y sólo quiero/ que seas mío!”.

La huella social y humana

La noticia de la ida de Eduarda Vázquez ha estampado su lógica huella de tristeza en la familia que un día dejó en Arcos antes de marchar a Madrid, adonde fue a vivir con uno de sus hijos antes de ingresar en el hospital de Móstoles en el que falleció el pasado día 7 de mayo. Su sobrino arcense Antonio Vázquez ‘Tony’ confirma que murió a punto de cumplir los 90 años, que su tía “estaba muy mayor y que le llegó su hora como es ley de vida”.   “Presumida hasta la muerte y dicharachera”. Así la define, como también recuerda de su tía su pertenencia, como prácticamente toda la familia, a la hermandad de San Antonio de Arcos. De hecho, el próximo 2 de junio la hermandad de San Antonio de Ceuta le rendirá un homenaje póstumo por su labor como refundadora de la corporación en la ciudad autónoma. Eduarda Vázquez fue hija del profesor del colegio Las Nieves y presidente de la Junta Municipal de Enseñanza Joaquín Vázquez García.

A pesar de  ser maestra, curiosamente no llegó a ejercer en Arcos, sino en colegios de Benaocaz, Sanlúcar y Ceuta. Su amiga, tres años menor, Carmelita Temblador, narra que Eduarda residió varios años en Ceuta porque su marido también profesor, Juan Manuel López  Domínguez, lo quiso así “porque en Ceuta se ganaba más”.  La poeta de ‘Alcaraván’ fue madre de dos hijos que residen hoy día en Berlín y en Madrid, dedicados al mundo de la informática y del turismo rural respectivamente. También es Carmelita quien nos recuerda que Eduarda vivió en casa de su amiga, también fallecida, Mercedes Monroy y que estaba muy unida en vida a Emilia Illázquez, a la profesora Angelita Ruiz y a otras que, inexorablemente, ya nos abandonaron. Pero sobre todo, la presidenta de la Asociación de Belenistas La Adoración y exmaestra nos revela a una Eduarda Vázquez vitalista, amante de las letras, una mujer alegre. Ya lo decía José de las Cuevas: “... La otra característica del taller (literario) de Arcos es la felicidad. Siempre han vivido en Arcos escritores felices”. Posiblemente, Carmelita Temblador pensara en aquel viaje a Londres que hizo con Eduarda Vázquez, su marido, uno de sus hijos y otros amigos de la época.

Indagando en su vida, el actual director del colegio Las Nieves, Antonio Domingo Gómez, bucea en los archivos del centro para rescatar a una Eduarda Vázquez que ganó un premio de unos juegos florales poéticos celebrados en el teatro municipal Olivares Veas en 1948. Si los números de la revista poética ‘Alcaraván’ eran “vuelos”, Eduarda Vázquez tomó el definitivo. Deja en vida a otros alcaravanes como Antonio y Carlos Murciano que seguro hoy lloran su muerte, pero, al tiempo, resucitan recuerdos juveniles mientras se sonrojan y encienden sus pupilas ante la ilusión de la vida, esa que, o tal vez el azar, quiso que la poeta nacida en Arcos se fuera al cielo de la mano con otro de los grandes poetas de su época, el jerezano José Manuel Caballero Bonald. Seguro que ambos ya están pensando en montar el taller literario del transmundo, subidos en sus Plateros o volando cual alcaravanes.

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