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Atando Cabos

Testamento vital

Creo que a eso es a lo que se puede llamar irse con dignidad. Lo demás es una pesadilla

Publicado: 19/10/2022 ·
09:09
· Actualizado: 19/10/2022 · 09:09
  • Testamento vital -
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente jubilada, integrante del Aula Atenea del Ateneo de Jerez y de varios clubes de lectura

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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La muerte es dura, aun cuando se la esté esperando. Hay hasta quien no encuentra nunca momento ni lugar para hablar de ella. No nos han educado para mirar a la muerte con serenidad y aceptación. 

Vengo de vivir días terribles, viendo agonizar a mi madre. Estaba enferma, eso que tenía no era ya vida, pero el proceso por el que ha pasado durante siete días en el hospital no puede llamarse buen morir. El médico que la trataba dijo que esto era España, que no se podía esperar otra cosa. No es cierto, cualquier médico, enfermero, auxiliar… hace lo que sea para que sus familiares no sufran cuando ya no hay vuelta atrás. Los que no conocemos a nadie dentro del sistema sanitario no podemos aspirar a tanta suerte.Por eso es por lo que debemos dejarlo todo atado y bien atado, tenemos que hacer un testamento vital.

Más, si como era el caso de mi madre, que sufría demencia senil, no era dueña de sus últimas voluntades y no tenía derechos sobre su propia muerte. Estaba sujeta a la caridad ajena, esa que algunos médicos tienen escasa, el que la atendía le zarandeó la cabeza varias veces para demostrarme que estaba en coma; por supuesto le puse una reclamación. No le deseo a nadie la misma experiencia, estar sufriendo y andar en bronca con el médico, habiendo tantos profesionales de la medicina que están ahí para ayudarnos en las vivencias más duras.

Vivimos en un país donde se ha aprobado la eutanasia. Ya sé que algunas personas son de diferente opinión, las respeto,pero mi madre no podía abrir los ojos, no podía hablar, hasta había perdido los reflejos de masticar y tragar y sufría tanto dolor que no se la podía tocar; si yo me encuentro en el mismo caso quiero que hagan lo posible para que deje de sufrir lo antes posible. Creo que a eso es a lo que se puede llamar irse con dignidad. Lo demás es una pesadilla que conservaré toda mi vida.

Una amiga me recuerda las palabras de Juana de Ibarbourou (Uruguay 1892-1979) y las comparto:

“Pero se fue mi madre y se me ha

muerto

todo con ella. Vuélvese desierto

el pecho que nutriérase en su nardo.

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