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Inteligencia Artificial

Depender mentalmente y delegar en una máquina puede hacer que seamos menos creativos

Publicado: 29/09/2024 ·
17:18
· Actualizado: 29/09/2024 · 17:18
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  • Inteligencia artificial. -

A lo largo de la historia, el ser humano ha demostrado una enorme capacidad de aprendizaje, utilizando su imaginación y creatividad para crear utensilios que le permitieran adaptarse y sobrevivir a su entorno. Desde el inicio del Paleolítico, con la ayuda de huesos, maderas y piedras, fue capaz de construir herramientas que le permitían cazar y pescar, y con su “GPS cerebral” orientarse en la naturaleza para buscar alimentos y encontrar el camino de vuelta a casa. Así, gracias a su capacidad mental y curiosidad, ha ido dando, durante milenios, respuesta a los problemas que afrontaba: hogares con todas las comodidades, vehículos y transportes cada vez más rápidos y seguros, una medicina más eficaz… y un sinfín de avances que nos han permitido vivir cada vez más y mejor.

La tecnología, aún con sus sombras, ha hecho que las cosas sean más fáciles en muchos aspectos de nuestra vida diaria, ya sea para calentarnos el desayuno en el microondas o hacer una videoconferencia en “Teams” con un compañero de trabajo a 10.000 kilómetros de distancia. Y puede que, con un razonamiento romántico, pensemos a menudo que “antes se vivía mejor”, y que “sin tanta modernidad” todo era más sencillo. Pero probablemente, aunque muchos tengamos ese pensamiento, pocos —muy pocos— renunciaríamos verdaderamente a esas “ayudas innovadoras” a las que ya nos hemos acostumbrado.

La guinda de este “pastel tecnológico”, que ya tenemos en nuestro horizonte cercano, es la inteligencia artificial: programas informáticos y sistemas computacionales que, con combinaciones de algoritmos, imitan la inteligencia humana. Dotada incluso de “capacidad de aprendizaje”, una cualidad que hasta la fecha creíamos exclusiva de la especie humana y de algunos animales considerados inteligentes. Los beneficios de sus aplicaciones son cuantiosos, ya que nos permiten analizar en segundos datos casi infinitos para los que necesitaríamos años, e incluso siglos. Solucionará problemas complejos, automatizará tareas y nos ayudará en la toma de decisiones. Mejorará de forma exponencial cada una de las técnicas aplicadas a la salud, la educación, la arquitectura, la comunicación y el transporte.


Pero… ¿no provocará que nos acomodemos demasiado? Probablemente sí. Nos hemos hecho dependientes de la tecnología, adictos a la vacía recompensa que nos da un “WhatsApp” contestado al instante o una compra irreflexiva en internet con solo pulsar la pantalla del móvil en “añadir a la cesta”. Y si no conseguimos nuestro objetivo al instante, nuestra cada vez más entrenada impaciencia hará que nos sintamos frustrados.

Si además existe una “mente artificial” que piense por nosotros… ¿no perderemos facultades cerebrales? ¿No se mermarán nuestras capacidades mentales? Es evidente que sí. La ciencia ha demostrado que zonas del cerebro, con funciones específicas para tareas que hemos dejado de realizar por cambios en nuestras necesidades, se han atrofiado a lo largo de nuestra evolución. Depender mentalmente y delegar en una máquina puede hacer que seamos menos creativos, que nos volvamos más torpes para tomar decisiones y resolver problemas. Pero puede que todo forme parte de nuestro progreso, y quizás, siguiendo la línea de la teoría evolutiva del naturalista Charles Darwin, perderemos o nos desprenderemos de aquellas cualidades que ya no necesitemos en nuestro futuro.

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