Hombre de mundo, hombre de lucha, hombre de letras… así es Chico César, el duendecillo de la música brasileña, con su mirada incomparable y creatividad copiosa. Fue en Catolé da Rocha, en las profundidades del estado de Paraíba, en el noreste de Brasil, que Francisco (en Brasil, los Franciscos siempre terminan en Chicos) nació César Gonçalves en enero de 1964.
Su infancia estuvo bañada por la música y una cultura regional que tan rica como cautivadora. Desde muy temprana edad, Chico componía. Salió de su casa a los 16 años para la capital del estado João Pessoa para seguir estudios de periodismo, que financió trabajando en una librería. Vendía libros, pero también los leía, empapándose de los grandes escritores de su país y de otros lugares. Como en Brasil todo sucede en el sur, dejó Paraíba para vivir en São Paolo, donde se convirtió en crítico musical y corrector de pruebas de la edición brasileña de Elle.
Pero siguió componiendo y tocando en los pequeños locales subterráneos de la ciudad, entablando amistades con artistas de la vanguardia paulista. Gracias a la intervención del Centro Cultural Germano-Brasileño, realizó una gira por Alemania. El éxito que disfrutó allí lo convenció de dedicarse por completo a la música. Formó la banda Le Cuscuz Clã, que también se convirtió en el título de su segundo álbum. El primero, Aos Vivos (que significa ‘Live’), que se lanzó en 1995, fue solo eso, en vivo, porque en ese momento nadie invertiría un kopek en un nuevo álbum de un artista desconocido. Entonces, grabó uno de sus conciertos, compartiendo el escenario con otros artistas, incluida su contemporánea Lenine, quien es invitada en dos de las pistas. Solo el oyente más astuto habría reconocido el álbum como el trabajo de un principiante, tales son sus logros. Desde el primer momento, César se mostró como un brillante tuneador, letrista, instrumentista y cantor. Aplaudido por la crítica, adoptado por la corriente principal, entró en el reino de los grandes en su primer intento.
Los siguientes capítulos de su historia se pueden contar a través de colaboraciones, giras y discos (trece en el último conteo) en cuyos carteles y créditos se destacan grandes nombres de la música brasileña (Chico Buarque, Nana Vasconcelos, Zeca Baleiro, Daniela Mercury, Arrigo Barnabé…) al igual que algunos nombres internacionales: Sting, que ganó el Grammy a la mejor versión masculina en 2001 con su versión de ‘Soberana Rosa’ de Chico César e Ivan Lins; el español Luis Pastor (cuyo disco Pásalo fue producido por César); Lokua Kanza (en el álbum Beleza Mano en 1997); Ray Lema (en gira europea en 2006); Richard Galliano (en el álbum Galliano au Brésil en 2014)…
Chico César, como dicen, es un hombre de mundo. No en el sentido de una socialité trotamundos, sino universal. Todo lo que tienes que hacer es mirar la diversidad de su trabajo. Establece un diálogo entre tradición y modernidad y nos lleva a los cuatro rincones del tiempo y del espacio brasileño, africano, caribeño. No es que profundice en el repertorio de otros artistas, o al menos, no tanto. Es solo la desconcertante facilidad con la que logra fluidez en todos los ritmos que caen bajo su guitarra (¡en 2018, su álbum Estado de Poesia ganó el premio de Música Brasileña en las categorías de rock, pop, reggae, hip hop y funk!). Especialmente aquellos ritmos que lo acercan a sus raíces africanas, amerindias y regionales.
La formación es la siguiente:
Chico Cesar - Voz y guitarra.
Simone Sou – Percussiones.
Ana Karina Sebastiao – Bajo.
Helinhos Medeiros – Teclado.
Más sobre el artista en esta web:
https://chicocesar.com.br/
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