Se hace el silencio. Se paran las guitarras y la percusión, y entran las voces perfectamente acompasadas en ese trío maravilloso que repetiste modificado 4 concursos seguidos. Pero este año no. No había silencio musical en el trío. Quizá de modo premonitorio. Porque, sin quererlo y por desgracia, ibas a crear este silencio mayor y definitivo que resonará para siempre en el mundo del carnaval, admirado Capitán Veneno.
La sensación es que, aún habiendo sido el más guerrero de todos, te has ido demasiado pronto. Seguro que pensando aquello de que uno, cuando se va sin que le echen, vuelve cuando le da la gana. Porque sabes que tú, Juan Carlos, "Cabesa", siempre estarás de vuelta, por tu Laguna, por tu Cádiz, por tu gente... Silbado o tarareado al salir por una casapuerta, cantado a coro y a pleno pulmón en cualquier barbacoa, y homenajeado para siempre en nuevas coplas de compañeros, amigos y hasta derrotistas de la fiesta.
Porque los gaditanos no olvidaremos jamás tu inmensa generosidad creativa. Y mucho menos si en tu despedida decidiste regalarnos dos joyas como el Chele y el arlequín. Madre mía. Has hecho llorar hasta al Lolo, tu piconero...
Leo sobre ti en redes, y a estas horas se repiten adjetivos como revolucionario, canalla, innovador, músico, poeta, chusma selecta... Yo quisiera incluir uno: agitador. Agitador de conciencias, de ánimos, de mentes... Aún recuerdo cómo despertaste nuestra juventud allá por los noventa con tu "Peaso coro" y tus "Tintos de verano"... Sí. Aquello sonaba diferente. Era diferente. Y ponías voz a unos jóvenes que buscábamos nuevas formas de entender el carnaval. Lo clavaste. En poco tiempo ya eras un grande. Con tus guiris, vaqueros, romanos, y, por supuesto, yesterdays; obra redonda y perfecta que "era aquel flipy de la punta San Felipi" donde por cierto, como buen Tinto, no flipaste nunca.
Luego Ares se pelea con su grupo, y empiezan los rumores. Yo andaba de prácticas en el Diario y las caras de mis compañeros eran de ilusión: "Juan Carlos va a escribir para el grupo de Nandy, Carli y Zubiela" (aún Nandy era parte de un tridente ofensivo que luego menguó a la que ha sido y es la pareja más estable del mundo). Todos queríamos ver si estarías a la altura del reto. Y toma... Se quedaban sin "el Goku", sí, pero llegaba "el Vegeta", y nos dejaba a los aficionados con cara de condenaos ángeles americanos.
Y luego a volar solo. A crear y deshacer grupos. A sacar la torre de preferencia en los cuplets cuando te viniese en gana. A llevarte cajonazos inmerecidos con obras que el tiempo sí supo reconocer. "Yo me enamoré de ti por culpa de los carnavales".
Te equivocaste algunas veces, acertaste la mayoría. Pero en el fondo, todo era por fidelidad a ti mismo y a tu guitarra. Repitiendo hasta el desaliento que siempre harías el carnaval que a ti te gustaría ver y escuchar. Y así, si se te ponía el cerebro juguetón una tarde de levante, eras capaz hasta de presentarte en el Falla cantando en italiano y no ganar de puro milagro -creo que ahora mismo cualquier buen aficionado daría lo que fuera por volver a escucharte aunque fuera cantando en serbio-.
"La muerte es una playa con cara de pena...", y la pena a esta hora se siente por toda la playa, playa dorada.
Termino ya, idolatrado Juan Carlos. Y lo hago con una pregunta: ¿si cuando nace un gaditano, nace un claro de la luna, qué pasa -o qué hacemos- cuando muere un gaditano? Un gaditano como tú. Sé que si pudieras contestar lo harías con un pasodoblón de los de Falla en pie y sin trazas de tragedia. Porque siempre supiste poner palabras a muchas cosas que los mortales no sabíamos expresar. Y digo los mortales porque tú, ya eres eterno. Gracias por tu eterno carnaval.