“Que yo no cambio mi chirigota” así de claro lo decía Manolo en 1992, cuando el concurso empezaba a transformarse a pasos agigantados, a profesionalizarse, y a cambiar bastante en su esencia, él supo adaptarse a su manera, manteniendo su estilo contra viento y marea. Cada año esperábamos a su chirigota sabiendo que el pasodoble iba a ser de auténtico tres por cuatro, y así ha sido hasta el final, con todo un primer premio.
Se nos ha ido, además de un gran chirigotero, una persona que despertaba mucha simpatía en otros ámbitos de la ciudad. Sé de gente que no es aficionada a la gran fiesta gaditana que siempre escuchaba su chirigota y afirmaba que Manolo Santander “les caía muy bien”.
Siempre fue muy atento con la prensa, y jamás le recuerdo un solo reproche a los fallos del jurado o las críticas de los medios de comunicación si algún año su agrupación no llegaba lejos. Jamás he visto a un autor disfrutar tanto con su agrupación sobre las tablas, sobre todo en estos últimos años con la colaboración de José Manuel Sánchez Reyes en la autoría.
Dentro de la tristeza nos queda la alegría de saber que sus hijos continuarán (como ya hacen maravillosamente) su gran legado carnavalero.