Mientras que los políticos se deciden y el dinero aflora sólo queda pedir que no la abandonen a su suerte.
La polémica sobre el uso que se le va a dar a la península de Sancti Petri viene desde mucho antes de que pasara al patrimonio municipal y las peleas políticas que mantienen los partidos municipales en estas fechas son sintomáticas de que el gran problema es que los que tienen que hacer las cosas no saben lo que quieren hacer y los que creen saberlo no tienen al alcance su realización.
De todas formas, las circunstancias económicas actuales presagian que el futuro de Sancti Petri se va a quedar
en el ámbito de las trincheras partidistas, porque no hay nadie que se atreva a acometer en estos tiempos proyectos de la envergadura barajada.
Lo mejor que puede hacer el Ayuntamiento, por ahora, es preocuparse de que se mantenga lo que hay en las mejores condiciones posibles hasta que lleguen tiempos mejores. Aunque sólo sea por decoro y por la responsabilidad municipal de causar buena impresión a los miles de visitantes que recibe cada año.