Una vecina de Tarifa, Victoria, vive una dura situación en un municipio en el que busca una zona blanca, libre de radiaciones electromagnéticas. Se trata de una mujer electro y químico sensible, afectada por el Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple con Electrosensibilidad, que hace que no pueda estar expuesta a numerosas sustancias de lo más común, además de las propias ondas de telefonía, wi-fi, etc. Todo ello le causa importantes daños, entre ellos su sistema inmune, y la hace vivir prácticamente encerrada en casa.
A lo largo de los últimos años Victoria se ha convertido en la abanderada de la lucha por dar a conocer una situación que afecta a más personas de las que pueda parecer y por lograr una Tarifa “sin radiación, pro-vida y salud”, como indica la protagonista.
Su lucha por dar a conocer este problema de salud le ha llevado a realizar un cortometraje, además de otros trabajos con los que colabora y en especial, ser una de las protagonistas de un reportaje de la fotógrafa Carmen Sayago que logró ser finalista en el Premio Internacional Luis Valtueña de fotografía humanitaria, certamen de fotoperiodismo que convoca Médicos del Mundo, que se expuso en Caixa Fórum Madrid, donde se leyó una carta de la propia Victoria denunciando su situación y la del colectivo de afectados.
Gracias a los apoyos que ha ido recabando a lo largo de los últimos cinco años, cuando ha desarrollado su lucha contra la proliferación de antenas wi-fi en la localidad, ha logrado ir adaptando su “casa-hospital”, como ella la llama. “Llegué a tener que estar, dentro de casa, en una estructura de dos por dos metros como blindaje, como en un zulo, para protegerme de agresiones intencionadas con ondas wi-fi”, como ha denunciado la plataforma
Tarifa Sin Radiación.
Sin embargo, los pasos que ha dado para mejorar las condiciones de su casa se han complicado. En este tiempo su campaña contra las radiaciones le ha convertido en objetivo de presiones y de acoso que incluso la han llevado al borde del desahucio que estaba previsto para este viernes, pero que ha logrado que sea aplazado hasta noviembre. “Empecé esto por la salud de Tarifa y no solo hay gente que no me ha entendido, sino que me ataca de forma intencionada. Me han amenazado con tirarme lejía”, narra tras haber sido víctima de insultos, amenazas y agresiones.
“Sólo busco un sitio protegido”, expresa Victoria, que explica que no sospechaba, cuando comenzó con su lucha, que le haría pasar por tanto. No solo ha pagado ella las consecuencias, sino que incluso muchos de los que se han acercado a ayudarla también se han visto acosados, señala. “Intentan aislarme y dejarme sola”, apunta, pero siempre se ha visto respaldada e incluso el colectivo de electro y químico sensibles a nivel nacional la ha convertido en uno de sus referentes y en ejemplo de lucha.
Además del inconveniente que supone abandonar un hogar adaptado a su situación, Victoria lamenta la falta de alternativas que existen. “No me pueden hospitalizar porque hasta los hospitales están llenos de maquinaria que funciona con ondas electromagnéticas”, apunta, de ahí la necesidad de zonas blancas para poder tener las condiciones de vida necesarias.
Pero por encima de las vicisitudes personales que ha padecido y padece, lo que más lamenta Victoria es la incomprensión y el desconocimiento que existe en torno a su afección. Lejos de tratarse de algo obsesivo o psicológico, como han malinterpretado en muchas ocasiones, “se trata de algo físico, porque aunque las ondas o los productos químicos no se vean ni se puedan tocar, el daño que me producen es físico”, explica, como avalan numerosos estudios e informes disponibles en la
web de la EQSDS (Electro y Químico Sensibles por el Derecho de la Salud).
De hecho, Victoria posee la tarjeta de discapacidad, una discapacidad reconocida del 65%. Sin embargo, tanto ella como los colectivos de personas afectadas echan en falta la protección de las instituciones. “El sistema no nos integra, como sucede con cualquier tipo de discapacidad, a pesar de estar plenamente reconocida”, reivindica.
Esa valentía y el hecho de haberse convertido en una de las abanderadas de esta causa le animan a no rendirse y proseguir con su lucha, ganando apoyos a base de tesón para conseguir zonas blancas para unas condiciones de vida dignas.