Padecer una minusvalía física se ha convertido en un hándicap para que gran parte de las empresas privadas acepte a una persona para desempeñar un puesto de trabajo determinado. Pero si hablamos de problemas psíquicos provocados por enfermedades mentales, la situación se complica aún más. Así, con el objetivo de recuperar a los afectados por alguna de estas enfermedades e insertarlos en la sociedad, se creó en febrero de 2007 la Asociación de Familiares y Allegados de personas con enfermedad mental de Cádiz (FAEM).
Entre las numerosas iniciativas y actividades que lleva a cabo este colectivo (escuelas de familia, cursos de autoestima para mujeres, convivencias, talleres de teatro…), destaca la escuela taller de jardinería y floristería, que se desarrolla en Cádiz y Conil, y que cuenta con un total de doce afectados, que llevan a cabo sus prácticas tres días a la semana. Coincidiendo con la exposición instalada ayer en la plaza de Las Bodegas, en la cual los chiclaneros tuvieron la oportunidad de comprar parte de los trabajos que han llevado a cabo estos alumnos, tres de los socios implicados en esta iniciativa nos han comentado su experiencia. Antonio Cuéllar padece esquizofrenia paranoide, y llegó a la asociación con el objetivo de “aprender” un oficio, “con el objetivo de poder encontrar un trabajo digno, a pesar de mi problema”. Así, acude tres veces en semana a la parcela que la parroquia de San Francisco Javier de Cádiz ha cedido a FAEM. “Tenemos unos 700 metros cuadrados para sembrar y cuidar las plantas. Se trata de una oportunidad de oro para aprender un oficio porque hay gente que se implica mucho en esta labor”, comenta Antonio.
Por su parte, Manuel Cantero, que sufre trastorno bipolar, no oculta su satisfacción por el trabajo que desempeña en la asociación. “La agricultura y el mundo de la jardinería lo tengo inculcado desde pequeño, puesto que mi madre tenía muchas flores. Aunque soy albañil, espero encontrar en este oficio alguna oportunidad de futuro”, manifiesta a la vez que continúa su trabajo en el stand montado en la plaza de Las Bodegas. “Lo que más me gusta es el huerto porque tengo buena mano para las flores y las plantas. Además, me hizo mucha ilusión que trabajásemos en la parroquia de San Francisco Javier, porque allí fue donde me casé”, reitera.
Por último, José Lorente, sociólogo con problemas de esquizofrenia, se ha centrado en la agricultura ecológica. “En este taller hemos aprendido a cuidar las plantas, tanto de interior como de exterior. Así, hemos producido todo tipo de especies y, sobre todo, alimentos ecológicos”, apunta. Sin embargo, el caso de José difiere de sus dos compañeros, puesto que él ha desempeñado otras funciones en diferentes empresas, aunque éstas no conocían sus problemas mentales. “He estado trabajando incluso con la enfermedad, pero siempre lo había ocultado. Ahora ya no tengo que ocultar nada”, aclara.
Trabajo duro
Para que ciudadanos como Antonio, Manuel o José puedan llevar a cabo esta actividad con el objetivo de encontrar un trabajo estable, personas como Ignacio Colón (monitor del taller de jardinería) o Manuel Mariño (presidente provincial de FAEM) desempeñan un trabajo muy duro detrás. “FAEM pensó que la jardinería era un buen medio para estimular a estas personas en el trabajo, con el fin de acceder al mundo laboral. Por ello, luchamos para que pudiera llevarse a cabo y ahora se ha pensado en crear una especie de cooperativa a nivel provincial para que pueda generar beneficios y los empleados puedan ser remunerados”, aclara Ignacio Colón, que sigue a diario el trabajo de sus alumnos.
“Está claro que el principal motivo que nos llevó a crear esta asociación es la lucha contra el estigma, y explicar a la sociedad que los enfermos mentales bien medicados pueden llevar una vida normal”, insiste Manuel Mariño, quien confía en que se pueda crear una empresa social.