20 años sin La Paquera de Jerez

Publicado: 22/04/2024
Autor

Juan Garrido

Periodista jerezano, director y presentador de 'Alianda', el espacio flamenco de Publicaciones del Sur

Alianda

El flamenco es objeto de estudio, opinión e información en este apartado que nace en Jerez pero que abarca toda la actualidad andaluza

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Doña Francisca Méndez Garrido, reina de las reinas, fue durante décadas la cantaora flamenca con mayor repercusión en los carteles
El 26 de abril de 2004 se apagó la voz de agua y viento de La Paquera de Jerez. Llevaba unos días ingresada en la Clínica Asisa de su tierra, con su familia, la que siempre estuvo cerca de la matriarca. Francisca Méndez Garrido era una diosa en vida, no porque ella así quisiera mostrarse ni porque ella fuese de diva de la canción y el flamenco, pero el respeto que se le profesaba no era propio de este mundo sino de un ser único y especial.

Sus restos fueron trasladados hasta el Cabildo Antiguo, en la Plaza de la Asunción de Jerez, abriéndose las puertas para que todos sus seres queridos y admiradores le dieran el último adiós, hasta llevarla a la Ermita de San Telmo, para que pudiera despedirse antes de llegar hasta el Cementerio de la Merced de su Cristo de la Expiración y de María Santísima del Valle. 

Con 70 años, muy joven, se calló para siempre el eco por excelencia del cante de Jerez, su tierra y bandera, su apellido más reconocido. Nadie como ella ha lucido con tanta dignidad el nombre de su ciudad que la nombró Hija Predilecta a título póstumo. Quizás nadie esperaba que se marchara tan pronto. Fue una conmoción para la afición del flamenco que comprobaba como una de las más grandes artistas de la historia de España dejaría de colocarse junto a su silla, de pie, y al lado de Parrilla, en los escenarios más prestigiosos del mundo, incluso de Japón. Era un pilar indiscutible y de peso.

Para las nuevas generaciones, que a veces nos olvidamos de ellas y damos por sabido aspectos que los más jóvenes desconocen, habría que recordarles la impronta que la cantaora aportó en la década de los cincuenta, cuando empezaba a posicionarse en Sevilla. Paquera irrumpe con fuerza en un mundo, como en cualquier ámbito de la sociedad, marcado por el machismo. En Sevilla actúa en La Trocha y Los Gallos, hasta que en 1957 llega a Madrid, podemos decir, para quedarse gracias en gran parte al respaldo de Pastora Imperio, o Mamá Pastora, como ella la llamaba. Pasa por El Corral de la Moraría, Los Canasteros, Las Brujas y Torrebermejas, convenciendo al mismísimo Caracol, su gran ídolo.

Entre los finales de los 50 y primero de los 60, compagina espectáculos, como España por Bulerías o Arte Español, con la grabación de su fecunda discografía con sus especiales bulerías de Esa rubia panaera, Agujitas y alfileres, los Tientos del Querer o los popularísimos Maldigo tus ojos verdes o La luz de tus ojos grises. Sonaba en todas las frecuencias de radio, ganaba “mil pesetas diaria”, giraba por los teatros y plazas de España con guitarras como las de los hermanos Morao, Manolo Sanlúcar o Juanito Serrano, Cepero o el mencionado Parrilla de Jerez.

Le cantó a la Navidad, a Manuel Alejandro, saetas, sevillanas… con Antonio Gallardo siempre cerquita. En la amplia lista de artistas de Pulpón se situaba en lo más alto en cuanto a cachés en época de festivales de verano, llegando a cerrar algunos de ellos ya con el sol en la cara. Sin duda, su presencia era siempre sinónimo de calidad y éxito. Llego a triunfar en Japón, gracias al ya mítico viaje que realizó junto una promotora, a Maite Pulpón y González Caballos, que recogió el testimonio en el documental Por oriente sale el sol: la Paquera de Jerez en Tokio. El Teatro Villamarta, La Bienal de Flamenco de Sevilla, la Cumbre Flamenca de Murcia… algunos escenarios por los que pasó en sus últimos años.

En su haber, premios como la Copa Jerez de la Cátedra de Flamencología, el Premio Nacional de Cante, el Compás del Cante de la Fundación Cruzcampo, entre otros tantísimos reconocimientos. Lo mejor, su legado tanto musical como personal. Desde jovencita ganó dinero y siempre estuvo atenta a la familia, a sus hermanos y sobrinos, a los puestos de pescao, a que no faltara un plato de comida en casa. Fue buena persona y eso es lo que finalmente muchos recuerdan, aunque sea imposible olvidar todo los tesoros sonoros que dejó para los anales de la historia y para que las generaciones actuales y futuras puedan beber de ello.

Estas dos décadas sin la Reina se ha notado bastante, al menos yo, quien la tengo en el pedestal más alto que pueda tenerse a una cantaora que marcó una etapa en el flamenco, que fue revolucionaria y moderna en muchos aspectos, que reivindicó el papel de la mujer en lo jondo, que se comportó como una madre para muchos y que dejó un sello que nadie podrá igualar.

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