Empate que sentencia un poco más a un descabellado Emery. El Sevilla ayer se dejó empatar y provocó que las heridas sigan abiertas.
Rotaciones y muchas en el once que plantó el discutido Emery sobre el tapiz del Pizjuán. Con la principal novedad en la punta de lanza, donde el casi inédito Rusescu partía de inicio. Además, los Rakitic, Carriço o Alberto Moreno esperarían su oportunidad desde el banquillo, con el objetivo de darles descanso de cara al vital duelo liguero del domingo en Cornellá.
El guión del partido en su arranque fue el esperado. Los chechos totalmente encerrados, esperando a un Sevilla que dominaba el cuerto pero que como viene acostumbrando en las últimas semanas le cuesta un mundo fabricar ocasiones claras de gol. Y eso que en el primer minuto Coke desde la derecha puso un centro envenenado al que no llegó Rusescu por cuestión de milésimas de segundo. Eso sí, a partir del fulminante arranque los de Nervión tocaban y tocaban sin grandes ideas como para desarbolar la zaga del Slovan. Incluso los checos dieron un pequeño susto en una contra en la que no estuvo acertado Cala en la marca y en la que Rabusic no acertó con la testa.
Pasaban los minutos y las llegadas sevillistas al área rival eran más por la mera inercia que por méritos propios. Así, en el 20 de partido, Coke remachó de volea un rechace de la defensa checa y que apunto estuvo de sorprender a Hrosso. La realentización del juego comenzaba a ser peligroso para los pupilos de Emery. Apenas Reyes lo intentaba con algún que otro pase vertical, pero poco más.
En estas que llegó la primera clara de la noche para los locales. En el 23, un balón que caía a trompicones entre Rusescu y la defensa del Liberec fue a parar a las botas de Rabello que no se lo pensó, pero el cancerbero sacó una mano de mérito cuando el balón ya se colaba por su palo izquierdo. El Sevilla mejoró y llegó el primero. Una falta que Perotti se fabricó en el borde del área él mismo la aprovechó para enmarcarla en la escuadra de Hrosso. Lanzamiento magistral que puso el primero en el luminoso en el 28. Pero claro, el tanto del argentino no pasó desapercibido en el Pizjuán y por un lado la grada baja de Gol Norte entre pitos y cánticos de ‘Perotti vete ya’ y la otra masa sevillista silbando a los más radicales por tal gesto llevó a la grada a una ruptura que en nada ayudaba al equipo. Y ahí se apagó un primer periodo de absoluto dominio del balón pero repleto de imprecisiones en la línea de tres cuarto.
Sin cambios se reanudó el partido. Mismos hombres y mismo guión. Eso sí, el Sevilla, algo más dubitativo en defensa, dio el susto en un par de ocasiones por sendas pérdidas en la línea de atrás. Pero apareció Rusescu para calmar los ánimos. El rumano apunto estuvo de ver puerta tras el pase entre líneas de Reyes, pero el portero checho le cerró bien el palo corto. El punta comenzaba a dejar señas evidentes de que no es un don nadie. Su trabajo sobre el terreno de juego era más que evidente y de calidad no anda nada mal. Comenzaban a ser fluidos las envestidas sevillistas. M’Bia primero y luego Reyes pudieron matar el partido en los primeros compases de la segunda mitad.
Y cuando mejor pintaba la cosa, el gol del Liberec y su pertinente jarro de agua fría en Nervión. Tremendo golazo de Pavelka en el 70, que llegó como Pedro por su casa a la media luna. Su trallazo fue realmente imparable.
Ello hizo, irremediablemente, despertar a un aletargado Sevilla, que parecía tener controlado un partido que no supo cerrar a tiempo. Era momento de remar a contracorriente porque ayer, para calmar el crispado ambiente, no valía otra cosa que no fuera la victoria. Con Rakitic, Bacca y Vitolo, Emery puso toda la carne en el asador a falta de quince minutos.
Con corazón y muy poca cabeza. El Slovan Liberec se replegó y metió el autobús en en su área y ahí desfalleció el Sevilla. Sólo Fazio pudó dar los tres puntos en el descuento en lanzamiento que se topó con la madera, pero los de Emery volvieron a fundir sus faros en medio del túnel. Con el empate, tal vez injusto por lo escasos méritos del rival, se llegó al final de un partido que para nada solventa las dudas ya implantadas.