El mítico Pelé aceptó un pase de Rivelino en el minuto 18 y con un golpe de cabeza puso el balón en la red para marcar uno de los goles más trascendentes
El mítico Pelé aceptó un pase de Rivelino en el minuto 18 y con un golpe de cabeza puso el balón en la red para marcar uno de los goles más trascendentes de su vida, el día en el que se convirtió en un Diós del fútbol en el Mundial de México'70 que este domingo cumplirá medio siglo de su inauguración.
Fue un servicio cruzado que Edson Arantes do Nascimento recibió con clase para darle a Brasil una ventaja de 1-0 en la final ante Italia que terminó 4-1 y convirtió al mejor futbolista del siglo XX (según FIFA) en el primer jugador con tres títulos mundiales, luego de haber sido campeón en Suecia 1958 y Chile 1962.
Brasil, dirigido por Mario Zagallo, propuso el partido. Después de que Boninsegna empatara en el 37, los sudamericanos fueron mejores en la segunda mitad y ante más de 107.000 aficionados firmaron su condición de campeones del mundo con goles de Gerson, Jairzinho y Carlos Alberto.
Al ganar tres Mundiales, a los casi 30 años 'Pelé' se hizo deidad del fútbol, un ejemplo de longevidad en el más alto nivel luego de entender el juego con la belleza como precepto clave.
Si bien es recordado por la hazaña de Pelé y su Brasil, el Mundial de México, primero celebrado fuera de Europa o Sudamérica, marcó el inicio de una nueva era en la competición deportiva más importante.
En México, por primera vez se utilizaron las tarjetas amarillas para amonestar a los jugadores y por primera vez la televisión transmitió en colores.
Dos años después de organizar unos Juegos Olímpicos que también resultaron un antes y un después, los mexicanos hicieron suyo el Mundial y llenaron el estadio Azteca, el Jalisco de Guadalajara, el Cuauhtémoc de Puebla, el Nou Camp de León y el Luis Gutiérrez Dosal de Toluca.
Si bien la final fue el gran espectáculo porque definió al campeón y consagró a Pelé como santón del juego, las semifinales causaron desvelos en los hinchas de los cinco continentes, sobre todo la de Italia contra Alemania, considerada como el partido del siglo.
Brasil venció 3-1 a Uruguay en el Jalisco con goles de Clodoaldo, Jaircinho y Rivelino en un duelo en el que los brasileños agradecieron haberse sentido como locales con los tapatíos a su favor como torcida carioca o paulista.
Sin embargo el gran espectáculo aconteció en el Azteca con el cara a cara entre dos equipos poderosos, marcados como únicos con alguna posibilidad de detener al poderoso Brasil.
Roberto Boninsegna puso delante a los italianos en el minuto 8. A partir de ahí el equipo del entrenador Ferruccio Valcareggi dominó, pero los alemanes de Helmunt Schön se recuperaron y empataron en el 90 por intermedio de Karl-Heinz Schnellinger.
La Alemania de Franz Beckenbahuer creció. Salió delante en la prórroga con el mítico Gerd Müller en plan portento, que anotó el 1-2 en el 94, aunque los italianos hicieron la igualada en el 98 por intermedio de Tarcisio Burgnich.
Luigi Riva puso el 3-2 en el 104, pero Müller volvió a aparecer de la nada y rescató la igualada en el 110 para convertir el Azteca en una casa de locos.
El momento cumbre fue en el 111. Gianni Rivera le dio el triunfo a los italianos, que sacaron a relucir su poderosa maquinaria defensiva y accedieron a la final, aunque llegaron a ella cansados ante un Brasil que los barrió.
"El Estadio Azteca rinde homenaje a las selecciones de Italia (4) y Alemania (3), protagonistas en el Mundial de 1970 del Partido del siglo", reza una placa colocada en la sede del duelo.
El campeón Inglaterra perdió 1-0 con Brasil y quedó segundo de su grupo y en cuartos de finales fue vencido 3-2 por Alemania, mientras el local México se clasificó invicto aunque en segundo lugar de su llave al empatar sin goles con el líder Unión Soviética y derrotar 4-0 a El Salvador y 1-0 a Bélgica.
En la única vez que estuvieron en la fase de los ocho mejores en un Mundial, los mexicanos fueron goleados en cuartos de finales, 4-1 por Italia.
Sin embargo, México fue como una aldea de Belén para el fútbol. Después de haber servido de asiento al nacimiento de Pelé como dios del juego, en 1986 el Azteca volvió a ser la casa de la conversión en deidad de otro grande, el argentino Diego Maradona, quien se echó al hombro a su país y lo convirtió en campeón mundial.