Recuerdos del pregón, a la Hermandad del Dolor

Publicado: 04/10/2016
Texto dedicado a la Hermandad del Dolor, extraído del pregón de la Semana Santa 2016 de Álvaro Carmona
Tengo morados los huesos
por el Dolor de una Madre.
Cautivos por los de un Padre
que está colmado de besos.
Entre los dos, tengo presos
los suplicios del final.
Está abierto el ventanal
de la fragua del delirio,
pues ante tanto martirio
solo queda lo real.

Un paño color púrpura
va cubriendo entre alfileres
el dolor que guarda en sus manos
la mejor de la mujeres…



Ha salido cabizbaja
por la puerta, viene tarde.
Ha esperado a que se guarde
la pena que la desgaja.
El tiempo imperfecto raja
la blancura de su pecho.
En torno a ella, un lecho
de triste melancolía
hiere su corte vacía
por el daño que le han hecho.

Su manto ya se desgrana
y recoge el sentimiento
que va deshojando su cara
de sacrificio y tormento...


El esparto te enmudece
al salir de penitencia.
Nazareno tu creencia
sobre la piel se enaltece
y más que daño, parece
una parte más de ella.
El morado la desuella
arremetiendo sin prisa
mientras la fuerza precisa
firma el pesar y lo sella.


El tocado ya baña
y arropa el puñal que atraviesa
entre pliegues y suspiros
dejando mi alma presa....



Sin lenitivo posible
avanza sin más remedio.
El puñal alcanza el medio
como una diana invisible.
Se ha tornado incomprensible
detenernos sin rezar.
Porque no basta llorar,
en sus mejillas, la plata,
es el metal que la trata
para hacerla caminar.

La diadema resplandece
como plata blanca pura,
por ser María Inmaculada
nacida sin mancha alguna....



Cautivo no sé qué hacer,
quizás en la travesía
tengan tu vida y la mía
algo más que enloquecer.
No la queremos perder,
pero la pierdo y me tumbo.
Al mirarla, me derrumbo
y dejo que la añoranza
navegue en la lontananza
de quien se mueve sin rumbo.

Mientras coloco el pañuelo
tu mirada paciente espera,
pues los dos sabemos madre
que Tú fuiste la primera


El pañuelo se le cae
y no quiere recogerlo.
Prefiere en el suelo verlo
a la vez que el musgo trae,
el verde que la distrae
envuelto por la zozobra.
En su sueño lo recobra
sin recuerdos de la muerte
que en cada hilo se vierte
por ser parte de la obra.

Un rezo, una oración,
dos velas cual resplandor...
veneran el desconcierto
de mi humilde devoción


Tembloroso el recorrido
ennegrece a cada paso,
hay regueros en el raso
sin parámetro medido.
El azahar confundido
abierto en flor la recibe,
por si todavía vive
la mujer que conoció
y que nunca se olvidó
del que la anhela y le escribe.

El alfiler como espada
el encaje por bandera,
siempre pendiente a tu vera
como el amante que espera…


Las cruces llegan pesadas
a los hombros penitentes
que en improvisados puentes
hacen llegar sus llamadas.
Todas ellas traspasadas
muestran el itinerario,
para el rito funerario
del Dolor en Sacrificio.
En sus manos acaricio
su corazón estepario.

Solo quedo en tu capilla
entre lágrimas y rezos…
¡No me dejes madre mía
qué te espero a tu regreso!


Los faroles la acompañan
en su caminar ligero
y a la vuelta solo espero
ver como muchos la extrañan.
Con el fervor no la engañan,
pues sola va de regreso.
Ante Ella me confieso
pecador arrepentido
por esto que soy y he sido,
mi amor te dejo en un beso.

Privilegio de los cielos
que yo soy el vestidor,
del Sacrificio cautivo
de María, del Dolor


Hecho el color atributo
en sus manos me convierto,
con el corazón abierto
el negro se vuelve luto.
Sin encontrar sustituto,
se le estrecha la cintura.
¡A lo lejos, su figura,
en Dolor nos traspasaba
y así la vida se acaba
para morir de hermosura!
Que así sea.

Texto en cursiva: David Calleja Ruiz

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Álvaro Carmona López

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