La afición esperaba con inusitado interés y con una expectación lógica, lo que iba a dar de sí la reunión que sobre mesa y mantel, transitaría una cumbre que se había preparado al detalle para que nada faltara. Desde hace tiempo se había trazado un simple, pero convincente discurso por el que circularía todo cuanto se consideraba imprescindible plasmar y que sirviera para perfilar un estructurado y meridiano plan de intenciones.
Directo, sin dilaciones y sin edulcorantes válidos, servirían para acercar posturas. Ése era el principal objetivo, no había otro.
La complicación vendría en hallar el momento y el lugar adecuado para unir en una mesa a todos los protagonistas, que de una forma u otra, tienen mucho, aún, qué decir.
La tarea no resultaría fácil. El que creyera que lo iba a ser, se equivocó. Merecía la pena intentarlo. Escuchar de viva voz, y en primera persona, al que tiene o puede tener la llave a conseguir una viabilidad futura. Ése, al mismo que se negó sistemáticamente contacto alguno tiempo atrás.
Junto a él, estaría la primera autoridad portuense. Cerrar ese círculo, al menos, deberá esperar a una nueva oportunidad.
Los fastos fueron consumiéndose uno a uno en los escasos visos de llevarse a cabo. Tenerlo todo controlado para que esta cita ineludible se convirtiera y sentara las bases de una futura planificación y un calendario de actuaciones. Al final, nada de nada, el día fue enfriando las escasas opciones, acabándose, inclusive, la noche anterior.
Según avanzaba la tarde, se confirmaba las intuiciones y, finalmente, dicho encuentro quedó aplazado, sine die, pero con la intención de volver a retomar ese contacto que pudo, pero que no fue.
No se llegó a cumplir y cada cual ha interpretado dos lecturas con las que se ha encargado de justificarlo todo. Por un lado, la posible presencia de medios que pudieran inmortalizar el momento y que rompiera la confidencialidad buscada, que no terminó por convencer a ninguno y que podría incomodar el ambiente afable que se buscaba conseguir.
Por otra, la incompatibilidad de agenda, que terminaron por tirar por tierra el esperado encuentro.
Lo único que quedó claro, eso sí, en las intenciones de una próxima cita para tomar un nuevo emplazamiento.