La educación es la mayor de las virtudes que deben servir para calibrar las buenas acciones y la que debe imperar en una sociedad justa. La educación es la máxima que tiene que acompañarnos en el día a día en la lucha por ser mejores personas. Las buenas costumbres, la concienciación, harán una sociedad sana.
Ésta nace y se arraiga desde pequeño. El colegio debe servir para hacernos más cultos y tomar los valores necesarios con pedagogía y sensatez. Los padres, dentro de la responsabilidad inherente que les compete, deben transmitir a sus hijos los mejores deseos como ser humano. De poco valdrá que los que deben cuidar, precisamente y por hacerlos valer, den clases de cómo se salta, y dentro de una anarquía irresponsable, cada uno se maneje en la picardía de aparcar o llegar el primero a costa de infringir. Las prisas, con menores de por medio, no son buenas consejeras.
Flaco favor hacemos si exigimos una educación fomentada en igualdades y útiles, si las acciones nos delatan diariamente en ofrecer y dar un un ejemplo contrario. Los valores que se heredan de generación en generación, los buenos, es la mejor campaña publicitaria de tráfico del futuro.
Los mejores resultados se siembran con enseñar y transmitir las normas, las que deben servir para todos