El ventajista es la persona que sin miramientos procura obtener ventaja en los tratos, en el juego etc. Por cualquier medio, dice el diccionario del español actual. El que lo practica con frecuencia es un jugador de ventaja. Tiene nombre y apellidos: Pablo Casado Blanco. La afirmación del líder popular, en su política de negación absoluta a cualquier pacto con el el gobierno, se basa en una convicción que él afirma con contundencia en la prensa y en el parlamento: “La legislatura está muerta…son los ciudadanos los que tienen que elegir en las urnas”.
Casado ha reclamado la dimisión de Pedro Sánchez y la convocatoria inmediata de elecciones generales por la manera de afrontar la gestión de los fondos europeos, por los indultos, por la política sobre Cataluña, por las leyes sociales, por el acercamiento de los presos etarras o por la política de vacunación, que dice ser sólo mérito de la Unión Europea -como los fondos europeos- y de las comunidades autónomas. El gobierno para Casado, es un accidente transitorio, un paréntesis, un obstáculo, porque lo que de verdad necesita España es que él sea investido presidente del gobierno para echar por tierra “la agenda extremista y radical” de Sánchez.
Y ahora viene la ventaja. Como la legislatura ya ha terminado, aunque aún le restan dos años largos, y el gobierno tiene suficiente apoyo parlamentario, que él quiere ignorar, el muy constitucionalista Casado se niega a cumplir los preceptos constitucionales de renovación de los órganos constitucionales como el Defensor del Pueblo, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional y el Tribunal de Cuentas. Todos tasados en la venerada Constitución de 1978, pero -como le conviene al Partido Popular, porque tiene mayoría en todos ellos- adopta la decisión insólita, anticonstitucional, ventajista y tramposa de bloqueo de todos estas instituciones, centrales en la organización del Estado, en la interpretación de la Constitución, en el gobierno de la judicatura española, etc.
Sus peroratas constitucionalistas y su cacareada preocupación por la preservación del Estado de Derecho, se transforman en “flatus vocis”, en mera vacuidad, cuando se comprueba que las cuentas para llegar al gobierno se basan en el bloqueo institucional y en la conjunción con un partido socio de los que se les hace el vacío político en Europa porque niegan los valores constitucionales de igualdad, libertad y pluralismo político.