Lo único que nos cabe pedir es, en este contexto en el que resulta imposible que nuestra voluntad se cumpla –las encuestas muestran que una abrumadora mayoría de españoles quieren que nuestros soldados abandonen Afganistán, porque no comprenden qué pintamos allí–, que al menos nos digan la verdad. Que no se enmascare más lo que es una guerra, un conflicto de civilizaciones, hablándonos de lo contrario: de alianza de civilizaciones, de misiones de paz o de acciones benéficas. No es cierto, y así hay que señalarlo: ni misiones de paz, ni acciones humanitarias, ni alianza de civilizaciones que no quieren aliarse. Hablemos, si ustedes quieren, de la defensa del concepto occidental de la libertad en el mundo, o de acción preventiva contra el terrorismo islamista. ¿Tan complicado resulta presentarlo así? Tengo la sensación de que el Gobierno español se ha dado cuenta de su error y de que ya está comenzando a virar en este sentido sobre lo que fueron sus posiciones iniciales.
Si hay que ir a la guerra, se va a la guerra. Pero que no nos tomen por menores de edad. Seguro que no es eso lo que Obama ordena; a él le va a bastar con que los anuncios del vicesecretario general del PSOE no se cumplan y que España envíe, que ya verán cómo nos lo pide, más militares al volcán afgano. Y no para construir carreteras, precisamente.