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Galicia

Mouriño vive su peor momento como presidente del Celta

Con un sector del celtismo pidiendo su salida del club y distanciando totalmente del alcalde de la ciudad, el socialista Abel Caballero

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  • Carlos Mouriño. -

Diecisiete años después de asumir la presidencia de un club ruinoso, el empresario Carlos Mouriño pasa por uno de sus peores momentos en el RC Celta, con un sector del celtismo pidiendo su salida del club y distanciando totalmente del alcalde de la ciudad, el socialista Abel Caballero.

Sus inicios en Balaídos tampoco fueron fáciles, pero Mouriño logró enderezar el rumbo de un club ahogado por una deuda que rondaba los 70 millones de euros y que se había salvado del descenso a Segunda División B gracias a un doblete de un joven futbolista que años más tarde se convertiría, probablemente, en el mejor jugador de su historia: Iago Aspas.

Con una gestión empresarial brillante y una decidida apuesta por la cantera, el máximo accionista del Celta logró reflotar a un club que hoy puede presumir de tener “una deuda cero” y un patrimonio propio tras la adquisición de la nueva sede en el centro de Vigo y la construcción de una ciudad deportiva en la localidad vecina de Mos, la cual pretende culminar con el levantamiento de una factoría del deporte.


Pero esa estabilidad económica no ha estado acompañada en los últimos tiempos de resultados deportivos. Desde que el equipo dirigido entonces por Eduardo Berizzo rozó el cielo con la semifinal de la Europa League que perdió ante el Manchester United de Jose Mourinho en 2017, el Celta ha entrado en una preocupante caída en picado de la que ha sobrevivido, especialmente, por el olfato goleador de Iago Aspas.

“Es muy probable que sin él, hubiéramos descendido a Segunda División”, reconocen en el Celta, un club que exprime al máximo sus recursos para mantenerse en la élite.

El divorcio definitivo entre Mouriño y Abel Caballero, el acercamiento del dirigente celeste al Partido Popular de Galicia y, sobre todo, la irregularidad deportiva del equipo pese a los continuos cambios de entrenador tras la salida de Berizzo han alimentado la crispación entre el presidente y un sector del celtismo.

Mouriño volvió a escuchar ayer, tras el empate de su equipo ante el Girona que alarga su sufrimiento por mantenerse en LaLiga, gritos en Balaídos: “Mouriño vete ya, Mouriño vete ya”, Mouriño vete ya”. También la grada de animación se ha distanciado del dirigente en este último año. Pero lo más grave, lo que nunca había vivido hasta el momento, se produjo a su salida del estadio.

Un grupo de aficionados increpó al presidente y a su hija Marian, CEO del proyecto Galicia Sports 360, propiciando que agentes de la Policía Nacional se acercaran para escoltarlos hasta su coche particular. Nunca antes se había vivido esa escena en Balaídos.

El equipo que dirige Carlos Carvalhal tiene por delante dos partidos para sumar la victoria que necesita para sellar matemáticamente su permanencia en LaLiga sin depender de lo que hagan sus rivales directos. Del éxito deportivo también dependerá que la tranquilidad vuelva a Balaídos en un año especial para Mouriño: el club al que soñaba presidir de pequeño celebra su centenario y lo hará con él como máximo accionista y presidente. 

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