Nos puede gustar más o menos, pero la Huelva que refleja Cáritas un año más en su memoria anual es la Huelva real, la que no supera la situación de crisis y mantiene al límite a miles de familias que también ven como los recursos destinados a ayudas van disminuyendo. Es el rostro duro de la mala gestión de una situación global de crisis que pone en evidencia que nos estamos acostumbrando a vivir desde la aceptación de los desequilibrios, cuando la brecha es cada vez, además, mayor. Porque dice Cáritas que la situación de pobreza y vulnerabilidad social de las personas y familias atendidas va empeorando a medida que persista en el tiempo, ya que se endurecen las condiciones de vida con el desempleo y endeudamiento de las familias, sin que se vea una salida, pero con el agravante además, de que la respuesta a esta realidad social está siendo insuficiente en materia de prestaciones económicas, sanidad, educación y servicios sociales, conceptos que el Gobierno quiere mercantilizar para sacar de las prestaciones básicas que hasta ahora hemos disfrutado como derechos inalienables. Y persiste que la mayor parte de las atendidas fueron mujeres e inmigrantes. Otro dato negativo: justo ahora que debería haber más recursos públicos y ayudas, ocurre lo contrario, con recortes en otros espacios de acogida y servicios de otras ONG, indicando además que ante más necesidades hay menos para ayudar.
Huelva
El rostro de la pobreza
Las cifras de atenciones y personas atendidas por Cáritas en el pasado año ponen de nuevo el dedo en la llaga de los desequilibrios que crecen
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