Nerva, el pueblo al que el maestro Manuel Rojas inmortalizó en 1933 gracias a un pasodoble que lo hizo famoso en todo el mundo taurino, ha despertado este miércoles con uno de sus 5.000 vecinos planteándose qué hacer con los 26 millones de euros que, sin esperarlo, han caído en su cuenta corriente.
En este rincón de la provincia de Huelva, casi en el limite noroeste con la de Sevilla, la suerte del Sorteo de EuroMillones dejó anoche el único acertante de primera categoría (5 + 2), de todo el sorteo, que validó su boleto en el despacho situado en la calle Lepanto 16, con un premio que ascendió a 26.572.332 euros.
A diferencia de otras ocasiones, en las que es complicado saber quién es la persona ganadora, esta vez casi por eliminación, los vecinos llegarán a saberlo con el tiempo porque el despacho de loterías está situado en un pequeño estanco de un barrio del pueblo, con una clientela casi fija, y, de hecho, casi todos los clientes de este miércoles hablaban entre ellos en la puerta como hace la gente de los pueblos, la que se conoce sin recordar cuándo se vieron por primera vez.
Sin embargo, la lotera, Mari Ángeles Casado, no tiene tan claro que el ganador se termine conociendo, y asegura a Efe que “aunque una buena parte de nuestra clientela es fiel y la conocemos desde siempre, también viene gente de pueblos de alrededor a comprar lotería”, en una lista en la que pueden estar Campofrío, Minas de Riotinto, Zalamea la Real e incluso el municipio sevillano de El Madroño, a tiro de piedra por una de las carreteras secundarias que salen del pueblo.
Eso sí, un paseo rápido por El Madroño parece descartar que entre sus 300 vecinos esté el ganador, o al menos nadie ha notado nada extraño en las últimas horas entre la gente con la que viven desde siempre en la gran familia que es su pequeño pueblo: “Como alguien no aparezca de pronto con un Porsche y lo veamos meterlo en el garaje, no creo que nos enteremos”, bromea un vecino.
Y es que saber quién es el afortunado es difícil, y en circunstancias como la que hoy vive la lotera, se suele intentar tener la mayor discreción, y asegura a un cliente que trae un boleto que aún no ha comprobado, que si ella viese que tiene un premio importante “le diría que se lo compruebo más tarde o le pondría alguna excusa, para luego, sin nadie delante, explicarle que tiene un premio gordo”.
El procedimiento casi es el mismo que en otras ocasiones: nada más terminar el sorteo, el delegado provincial de Loterías y Apuestas del Estado se encarga de llamar a la administración, “y es cuando se corre la voz rápidamente por el pueblo”, y prácticamente no se pega ojo en toda la noche, hasta que las puertas de su administración se abren por la mañana y se cuelga en la puerta el cartel que anuncia el premio.
Con la misma discreción, la veterana lotera sí revela que el boleto fue sellado presencialmente, y no por internet, como hace, por cierto, la mayoría de su clientela, que no ha parado de llegar en toda la mañana, ya sea para probar suerte, para felicitar a la lotera o para curiosear ante la cantidad de medios de comunicación que, de pronto, han llenado su tranquila calle.
La lotera se despide para seguir atendiendo a su gente, y ante la afirmación de que tras un año de crisis, como la que afecta a la industria minera de la zona, siempre hay un golpe de suerte, lamenta que “las cosas malas parece que son más”, pero confiada en que el dinero que ha repartido le dé a su vecino, al menos, la felicidad que el dinero no da, pero ayuda a conseguir.