Hace unos días mis compañeros de GEA hicieron una actividad de senderismo con un objetivo un tanto diferente, el cual no solo era disfrutar de la Naturaleza y de los fantásticos paisajes de nuestra tierra, sino llevar utensilios de uso necesario para el buen mantenimiento del refugio de la casa del notario, en La Mella. Un pequeño botiquín y diversos elementos de limpieza para esa pequeña construcción utilizada por senderistas y montañeros, eran todo un gesto de pensamiento en los demás.
En este sentido, los refugios de montaña, como el referido o el de la Cruz de la Chimba por citar otro cercano, son pequeños ejemplos de realidades pensadas por y para el uso colectivo, a cargo de la buena voluntad de todos, pequeñas cristalizaciones del gran sendero evolutivo que inició la Humanidad hace muchos miles de años en el que la clave para llegar a lo singular está pensando en plural.
En una sociedad individualizada hasta lo enfermizo, me resulta muy sugerente evocar la figura de los refugios de montaña, por lo que son y por lo que implican. Breves construcciones pensadas para todos, sin candados, cuyo sentido es el cobijo frente a los elementos y cuya única norma de uso es pensar en los demás. ¿Se puede pedir una metáfora más clara de lo que debería ser el espacio social?
La actividad de voluntariado tiene un componente fundamental de altruismo, que ayuda a contrarrestar la fatiga y la inercia que surgen con el esfuerzo y que lleva a hacer las cosas no por uno mismo sino teniendo en cuenta a los demás. Hoy mismo vamos a realizar un riego de emergencia a las encinas que plantamos hace unos meses y que, si llegan a ser arbolillos, no las veremos ninguno de los que hemos quedado con las garrafas de agua, pero estimula pensar que estarán enriqueciendo la naturaleza que otros tendrán oportunidad de disfrutar.
De manera directa y sencilla, se llega a la vivencia de que hacer las cosas pensando en los demás, pensando en plural, es lo correcto. No hacen falta mayores argumentos ni elucubraciones para sentirlo así, por el contrario, requiere más esfuerzo convencer de los motivos de la sustitución del bien común por el interés particular.
En este refugio de la casa del notario han intervenido más personas, de forma particular o colectiva, haciendo arreglos y cuidando del buen estado de la construcción, como también otros paisanos arreglan una vieja fuente colectiva. Reconforta saber que las claves que permiten salir de cualquier atolladero siguen estando ahí, bajo la piel del alma de cualquiera.
