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Jerez pinta de azul el 'cielo' de la ermita de la Virgen del Rocío

El precipitado regreso de la Blanca Paloma a su templo hizo que el Simpecado repitiera la estampa de 2011

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El Simpecado de Jerez, ante la Virgen del Rocío.

El Simpecado de Jerez, ante la Virgen del Rocío.

Monseñor Rico Pavés y Joaquín Vallejo, junto al Simpecado.

El hermano mayor de Jerez, junto al presidente de la Matriz de Almonte.

El Simpecado de Jerez, camino del santuario.

Anunciando la llegada del Simpecado.

Monseñor Rico Pavés y Joaquín Vallejo, junto al Simpecado.

Anunciando la llegada del Simpecado.

El Simpecado de Jerez, camino del santuario.

Anunciando la llegada del Simpecado.

El Simpecado de Jerez, camino del santuario.

El Simpecado de Jerez, camino del santuario.

El Simpecado de Jerez, dentro de la ermita.

Momento de oración ante la Virgen del Rocío.

Momentos de emoción ante la Virgen del Rocío.

Apenas un suspiro bastó para que los rocieros volvieran a sumergirse en una especie de pesadilla.

Eran poco más de las seis y diez de la mañana, la Blanca Paloma buscaba ya el Simpecado de la Hermandad de Triana y empezaba a despuntar el día.

La procesión transcurría con la diligencia habitual de las romerías que suceden al regreso de la Virgen desde Almonte.


Las nuevas andas cumplían el objetivo de evitar las continuas caídas de la Blanca Paloma y todo apuntaba a una inolvidable mañana de Lunes de Pentecostés.

Lo que nadie podía imaginar es que en efecto esta procesión pasaría a la historia justo por los mismos motivos por los que lo hizo la de 2011, cuando la rotura de un varal forzó el precipitado regreso de la Virgen a su templo.

Menos aún si se tiene en cuenta que en estos últimos años un equipo de ingenieros había modificado la estructura interna de las andas precisamente con idea de facilitar el trabajo de los almonteños y de minimizar riesgos que pudieran derivar en otro incidente similar al de 2011.

Pero ocurrió. En apenas unos minutos las miles de personas que se encontraban en la aldea tuvieron conocimiento de que algo había ocurrido en el paso de la Virgen.

No se sabía qué, pero se empezaba a tener la sensación de estar asistiendo a la repetición de unos hechos que se presumían irrepetibles.

Esta vez no fue un varal, sino uno de los bancos delanteros del paso.

La Reina de las Marismas regresó a su templo tres horas después de iniciada la procesión prácticamente por el mismo camino que la había llevado hasta su último Simpecado.

Se cerraron entonces las puertas del santuario y empezó a organizarse una mañana que poco tenía ya que ver con lo que todo el mundo esperaba.

Al igual que ocurriera en 2011, esta vez también serían los simpecados los encargados de postrarse ante la Virgen del Rocío.

Empezaron a hacerlo sobre las siete y cuarto de la mañana, de manera organizada pero sin un orden preestablecido.

Jerez convocó a sus hermanos a las nueve y cuarto de la mañana ante la casa de la calle Almonte para repetir visita a la Virgen.

El Simpecado morado accedió al interior del santuario a mediodía, justo a la hora del Ángelus y arropado por el obispo, monseñor Rico Pavés, que fue el encargado de dirigir las oraciones.

“Se pinta el cielo de azul, al llegar la primavera, y florece la ilusión, de Jerez de la Frontera. Buena tierra, qué buen vino, y qué fe más verdadera, cuando se va pa el Rocío Jerez, por las arenas”.

La sevillana de Ecos de las Marismas resonó a coro y con fuerza en el interior del templo mientras el hermano mayor de la filial jerezana, Joaquín Vallejo, se fundía en emocionado abrazo con el presidente de la matriz de Almonte, Santiago Padilla.

“Ánimo Santi, que no pasa nada. Lo importante es que estemos aquí con Ella”, le dijo.

Ese era el mensaje y el ánimo de los romeros jerezanos cuando ya avanzaba el mediodía del Lunes de Pentecostés y se empezaba a asumir lo ocurrido al despuntar el alba.

Luego tocaba devolver el Simpecado a su capilla y pensar en el camino de vuelta. Se entremezclaban el desánimo por la precipitada recogida con la satisfacción de haberse reencontrado con las cosas de la romería.

Queda una espina clavada y meses por delante para soñar con la presencia de la Virgen en la calle Almonte. 

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