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Las bicicletas son para la solidaridad

La Policía Nacional de Jerez donó el pasado jueves casi una treintena de bicicletas para las familias de refugiados que atienen en la ciudad varias asociaciones

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  • La nueva comisaría fue testigo de esta donación. -

Algo más de seis meses han pasado ya desde el inicio de la guerra en Ucrania que puso a toda Europa en jaque. Una crisis internacional que ha derivado en una crisis humanitaria de dimensiones importantes en todo el continente. Miles de familias huyeron de su país en busca de un lugar donde rehacer su vida en paz alejándose de la muerte y la pobreza y algunos llegaron hasta nuestra tierra.

Han sido muchos los movimientos en busca de ayudar a los refugiados que han ido llegando y muchas ONGs y asociaciones se han volcado con todas estas familias como bien lo vienen haciendo tiempo atrás no solo con ucranianos, sino con personas de muchísimos lugares diferentes del planeta que llegan a nuestras fronteras en busca de un futuro mejor. O de un futuro, simplemente.

El pasado jueves asistíamos a una de esas muestras de ayuda que si bien como dicen en este tipo de ONGs, “toda ayuda es poca”, sí que “es de agradecer” puesto que nunca viene mal algo más de ayuda. En este caso, la Policía Nacional de Jerez hacía entrega a las asociaciones Tharsus Betel y ACCEM de casi una treintena de bicicletas destinadas al uso de las diferentes personas refugiadas beneficiarias del trabajo de estas ONGs. Si Fernando Fernán Gómez escribía su obra Las bicicletas son para el verano, en Jerez, las bicicletas son para la solidaridad.

Los trabajadores encargados de recoger las mismas se mostraron “muy agradecidos” al trabajo de la Policía Nacional, como destacaba Alejandro Jiménez, coordinador del programa de protección internacional de Tharsis Betel, porque con esta donación “han pensado que sería una nueva forma de darles uso, fomentar el uso de medios de transportes ecológicos y darle una segunda vida a estas bicicletas. Las donan a nuestra entidad para que los beneficiarios que tenemos refugiados puedan darle una segunda oportunidad y usarla para trasladarse a sus empleos, a sus formaciones y las gestiones que tienen que hacer cada día en la localidad”.

“Tenemos beneficiarios de muchísimas nacionalidades diferentes”, destacaba Jiménez, “entre ellos, una parte importante de personas llegadas de Ucrania. Se les darán en función de las necesidades que tengan para que hagan un buen uso de ellas”. Y dentro de esas personas, muchos niños que si bien “no atendemos a menores no acompañados, sí tenemos a muchos niños que vienen que sus progenitores y para ellos el tema de las bicis es una alternativa saludable y para hacer deporte. En el momento que se las hagamos llegar van a estar locos de contentos. Y nosotros, encantados”.

Decían que toda ayuda es poca porque tienen “muchos frentes abiertos”  ya que “atendemos un colectivo muy especial que son todas aquellas personas refugiadas que huyen de su país de origen porque se sienten amenazados y no se dan las condiciones para que puedan permanecer y desarrollar un proyecto de vida autónomo y en paz. Siempre hacemos llamamientos a la ciudadanía e instituciones para que nos brinden toda la ayuda posible y, en este caso, una alternativa de movilidad”.

A raíz del estallido de la guerra en Ucrania, desde Tharsis Betel se pusieron al servicio del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones “para la acogida de estas familias ucranianas. Ahora mismo tenemos 42 personas que vienen de Ucrania y damos acogida, en dos centros que tenemos, a 82 plazas. Y estamos atendiendo alrededor de unas cien personas en total. Esta guerra de Ucrania que hemos tenido a escasos kilómetros ha tenido un llamamiento brutal. Son muchas las personas que ya tenían contactos y conocían nuestro país y que han querido iniciar su proyecto de vida aquí. A través de proyectos como el nuestro lo que les ayudamos es a dar esos pequeños pasos hasta que puedan tener un proyecto de vida autónomo e insertarse en la localidad como cualquier otro jerezano”.

En Jerez tienen dos centros residenciales, pues su programa está dividido en dos fases. Primero los usuarios viven con allí y, posteriormente “pasan a viviendas de alquiler y nosotros lo que hacemos es un acompañamiento para que puedan establecerse en el piso de forma autónoma”.

Desde que comenzaron en 2017 ha habido varios conflictos en el mundo y tienen usuarios de Ucrania, Rusia, Georgia, Argelia Marruecos, Senegal, Mali Gambia, Colombia y Venezuela. Y aunque el foco se haya puesto más en los ucranianos Alejandro Jiménez comentan que siempre tienen un mismo mensaje: “Hay que tratar a estas personas como nos gustaría que nos tratasen a nosotros en unas circunstancias parecidas si tuviéramos algún tipo de conflicto aquí en nuestro país”.

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