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"Zapatos rojos", poética denuncia contra el mal uso de "la energía masculina"

El mexicano Carlos E. Kaiser debuta en la dirección de largometrajes con la cinta que presenta en Málaga

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  • El director y la guionista. -

El mexicano Carlos E. Kaiser debuta en la dirección de largometrajes con la poética (y brutal) reprimenda contra la violencia femenina que es "Zapatos rojos", una película diferente, donde la cara de su protagonista, el actor no profesional Eustacio Ascacio, es a la vez mapa, guía y argumento.

Tacho, explica el director en una rueda de prensa en el teatro Albéniz de Málaga tras la proyección de la cinta, que compite en la Sección oficial del 26 Festival de cine de Málaga, llegó a la película desde una asociación de vecinos en lucha contra una compañía minera que está destrozando sus tierras.



Nada más verle, Kaiser supo que ese septuagenario, su rostro surcado de arrugas, ennegrecido de vivir al aire libre entre sus ovejas y las plantaciones de maíz que apenas le dan para vivir, era "su" Tacho. Una prueba simple, que improvisara sobre la hija muerta del personaje, sobrecogió al equipo por su intensidad y sus lágrimas: Eustacio y su mujer también habían perdido una hija.

Analfabeto, el proceso para recordar el papel pasaba por la intermediación de su esposa, que le contaba las líneas que debía de ir: Tacho se iba al monte con sus ovejas y a la vuelta ofrecía su parte.

La película, explica este joven mexicano, admirador de Pedro Almodóvar aunque haga un cine "muy muy diferente", habla "de la energía masculina y de cómo se debe usar esa energía, y de las terribles consecuencias de hacerlo de forma incorrecta", explica Kaiser.

Aborda la violencia contra las mujeres, un tema tan complicado, reconoce el director (en México se notifican diez crímenes machistas al día) pero "desde una perspectiva que intentamos cuidar para que no fuese política, coyuntural o provocadora, sino más bien una experiencia más sensorial o emotiva.

"Más desde el sentimiento y menos desde la cabeza", añade.

La película tiene un componente profundamente social, porque, como ha apuntado la productora Alba Sotorra, es imposible que no lo tenga una cinta mexicana, "pasan tantas cosas -ha dicho- que siempre cabe destacar alguna".

"Zapatos rojos" empieza con un "prólogo", dice Kaiser, donde un coche transporta a una mujer joven que lleva en el regazo unos tacones de fiesta de color rojo. Su mirada reposa en la ventanilla, ausente. El siguiente plano sigue a un anciano granjero que recolecta maíz muy despacio y lleva una vida sencilla y apartada.

Un correo le dice que debe ir a la ciudad para hacerse cargo de los restos de su única hija; su esposa también hace poco que le dejó. Ese viaje a la urbe es un choque brutal para el anciano que por casualidad se topa con una chiquita, una superviviente con aparente mejor suerte de la que tuvo su hija.

Esta película es una propuesta calma, llena de silencios, de paisajes, de dolor contenido y de poesía a través de un lenguaje muy simple y una historia trivial que acaba por doblegar al espectador, rendido a la vida de estos lugares perdidos en el desierto, como este territorio de El Ejido donde vive Tacho y al que se llega tras dos horas de avión y siete de camino sin asfaltar y donde no hay ni señal de móvil.

También están ahí la burocracia, la inhóspita convivencia de la ciudad, el "no ponerse en el lugar del otro", abunda Kaiser, el miedo o la violencia -mucha, aunque apenas se ve, solo se sabe-.

La productora, responsable de cintas como "El otro Tom", ganadora del último festival de cine iberoamericano de Huelva, aprovecha la ocasión para denunciar que México no hay cuota de exhibición "por lo que este cine nuestro no tiene hueco frente a 'Transformer 15'".

Aún así, dice, su compromiso es "salir con 50 o 60 copias".

Y como no hay cines, "lo llevaremos a los pueblos con Ecocinema, una furgoneta con una pantalla inflable y energía solar para mostrarla en los pueblos donde se rodó, al menos. Son proyecciones maravillosas en la plaza del pueblo con todos los habitantes implicados".

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