A finales septiembre Carmen Herrera viajó a la capital de Francia para impartir un curso de baile a sus “chicas de París, en un viaje exprés”. De esta manera la bailaora (Jerez, 1985) ha tomado vuelo tras un verano algo parado debido al nacimiento de su segundo hijo y que por mor de una cesárea ha tenido que guardar reposo unos meses. “He tenido que decir que no a algunas propuestas”, reconoce. Cuando el médico la vio “mejorcita” pudo cumplir con su cita en los Viernes Flamencos de Jerez, en los Claustros de Santo Domingo, el pasado 4 de agosto, en la noche en la que la Tertulia Flamenca Pepe Alconchel llevó una buena representación de familias flamencas de la ciudad.
Nada más se bajó del avión, preparó junto a un número importante de sus alumnas un flashmob para participar en la semana cultural del barrio de San Miguel, llevando hasta La Plazuela el mejor compás al son del cante de José Mijita, en una de sus grabaciones discográficas. El cantaor siempre ha conformado con ella un dúo indisoluble y será quien la acompañe en próximas citas que tiene marcada en agenda para las próximas semanas.
Volverá a montarse en el avión para cruzar la frontera con Francia y lo hará en dos ocasiones. Tiene previsto impartir otro curso durante tres días en París, en esta ocasión irá sola, y a finales de mes hará lo propio en Bayona, esta vez sí con José y Domingo Rubichi. Además de impartir las clases, los tres actuarán en el Centro Cultural Español de Bayona.
A esto hay que sumarle, para el 18 de noviembre, una actuacióndentro del ciclo del otoño flamenco de la Peña El Pescaero, en Jerez, que servirá para reencontrarse con ese público local que la sigue desde que comenzó su carrera hace más veinte años de la mano de Ana María López y que la llevó más tarde a triunfar en el Festival de Jerez, tanto con Mercedes Ruiz como en solitario.
Ha inaugurado ya su curso para la temporada 23/24 en su academia de la Peña La Bulería. “Llevo muchos años vinculada a esta casa, desde siempre, cuando aprendía de pequeña y ahora soy yo la maestra de baile que está aquí. Me abrieron las puertas y me acogieron muy bien cuando lo propuse y siempre están ahí para lo que necesito, y yo intento estar también estar para cuando me necesitan”.
No son pocas las alumnas que han pasado por los ciclos de la entidad durante el año para poner en práctica los conocimientos adquiridos y enfrentarse a un público, algo fundamental para crecer. “Me gusta que sean libres, se les enseña una coreografía al principio pero prefiero que aprendan el compás y a respetar el cante porque eso permitirá que luego sepan desenvolverse sin problemas”, comenta la bailaora.
A sus clases acuden niñas, sobre todo, a partir de cuatro años de edad. “A veces incluso he aceptado a algunas de tres pero es difícil que se concentren. A mí la verdad es que me encanta enseñar y disfruto muchísimo, y con verlas solo mover las manos, las muñecas en círculo y moverse la falda ya tiene valor”, prosigue.
Cerca de treinta menores tiene en las clases de tarde, a los que hay que sumar los grupos de adultos que “aprenden más rápido” e insiste que “lo principal es el compás, la libertad”. El estilo por antonomasia es la bulería, “y no dejo atrás los tientos tangos, la seguiriya o las alegrías”.