Santa Teresa de Jesús solía decir que Dios escribe derecho con renglones torcidos. Y quizá por eso quiso el destino que Nuestra Señora de la Estrella fuera coronada canónicamente ahora, en un contexto bien diferente al que se fraguó allá por 2007, cuando se celebraba el 125 aniversario de la llegada a Jerez de los hermanos de La Salle.
Justo ahora, precisamente con el primer curso escolar sin presencia de la congregación lasaliana en las aulas recién iniciado. Toda una paradoja. Quién lo iba a decir...
La Virgen de la Estrella fue coronada canónicamente en el mediodía de un sábado que queda ya para la historia de Jerez, en el transcurso de una solemne y brillantísima misa estacional celebrada en la Santa Iglesia Catedral y oficiada por el obispo de Asidonia-Jerez, José Rico Pavés, que colocó la presea sobre las sienes de la titular de la Hermandad de la Borriquita tras la lectura del decreto que promulgó a principios de julio de 2020 su predecesor, monseñor Mazuelos Pérez, apenas unos días antes de que fuera nombrado obispo de Canarias.
De este modo se cumplía el anhelo no solo de una hermandad, sino de la amplia familia lasaliana de Jerez, que siempre ha tenido a esta imagen como patrona y protectora.
La Estrella es sin duda alguna la Virgen de los niños, incluidos aquellos a quienes su fecha de nacimiento ha colocado ya en el último tramo de su recorrido por este mundo.
Fueron ellos quizá quienes en mayor medida disfrutaron de un momento siempre soñado pero al mismo tiempo lejano. Fueron ellos quizá quienes disfrutaron como ningún niño puede hacerlo en el momento en el que monseñor Rico Pavés subió la escalinata que le colocó junto a la Santísima Virgen para dejar caer la corona realizada por el hermano Antonio García Falla según proyecto de Javier Sánchez de los Reyes, una verdadera filigrana de la orfebrería en la que han quedado prendidos para siempre los recuerdos personales de infinidad de lasalianos y devotos de Nuestra Señora de la Estrella.
Ese fue el momento culminante de la eucaristía. Justo a continuación sonaron los aplausos y el soberbio himno compuesto por Ángel Hortas con letra de Rafael Lorente, interpretado por orquesta y coros dirigidos por el propio Hortas.
La música y el cuidado de la liturgia fueron precisamente los grandes atractivos de la ceremonia. Se interpretaron piezas de Mendelssohn, Bach o Händel, pero se le otorgó especial protagonismo al neerlandés Jacob de Haan, poniéndose de manifiesto que la música contemporánea también es propicia para las grandes solemnidades. Tras la bendición se interpretó el canto a la Virgen titulado Coronada de Estrellas, del jerezano Juan Carlos Gamino, que es además hermano de la cofradía.
No hay que dejar de lado -de hecho era parte esencial de la eucaristía- la homilía de monseñor Rico Pavés, que estuvo a la altura de una gran celebración religiosa. La reflexión del pastor diocesano fue un poco más allá del propio acontecimiento que se estaba viviendo estableciendo un paralelismo entre lo que supuso el Concilio Vaticano II para la Iglesia Católica y el legado que debe dejar esta coronación canónica. “¿Qué quedará de todo esto?”, se preguntó, trasladando a los asistentes a la ceremonia la idea de que el fruto que se espera de cualquier acontecimiento de estas características no es otro que el de la santidad.
El esmero en la liturgia, en la música y el acierto de monseñor Rico Pavés a la hora de encarar su homilía fueron sin duda los elementos más sobresalientes de la misa estacional de la coronación canónica de la Virgen de la Estrella.
Pero se cometería una grave injusticia si no se destacaran otras cuestiones que contribuyeron sin duda al engrandecimiento de la celebración. A diferencia de lo que vimos hace ahora diez años con la coronación de la Esperanza de la Yedra, la imagen de Sebastián Santos no fue coronada sobre su paso de palio, sino en el altar que ocupó estos días atrás en el triduo preparatorio, lo que facilitó la contemplación del momento más esperado de la mañana. El altar era un verdadero encaje de orfebrería. La Virgen lucía su manto bordado y la nueva saya, realizada por Jesús Rosado.
Por lo demás, una ceremonia de estas características precisa de un trabajo concienzudo de organización para tratar de acomodar al mayor número de personas posible en el interior del templo. Se aprovecharon todos los espacios, con bancos y sillas numeradas e incluso nominadas.
Además, se distribuyeron pantallas por lugares estratégicos de la Catedral para facilitar el seguimiento de la eucaristía y se ofreció un cuidado libreto con este mismo propósito.
Hubo por lo demás silencio, respeto y conciencia en todo momento de que se estaba viviendo un momento irrepetible.