Aún no es tiempo de zambombas, pero falta menos de lo que a
José Manuel Coca (81 años) le gustaría. “Esto ya no es lo que era, antes se respetaba a los muertos, ya ni a los muertos ni a los vivos, porque van a hacer zambombas el día 12; yo particularmente lo veo muy temprano”, admite
este artesano de la zambomba en Jerez desde hace casi treinta años. Tampoco es que sea de los puristas y las emplace necesariamente a diciembre. “A finales de noviembre lo veo bien, antes del 25 lo veo…para ganar dinero, claro”. Entretanto, tratamos de hacernos un hueco en su taller de la céntrica Plaza Cataluña, donde es imposible que quepan más zambombas por metro cuadrado. Justo acaba de marcharse Jerónimo. “Él sí que toca bien la zambomba”, me dice
por lo bajini. Es de los primeros que se la lleva “para que eche un vistazo y la ajuste”. Es lo que toca en estos días, mientras empieza a preparar las que vayan llegando por encargo. Un buen mantenimiento es esencial para aumentar la esperanza de vida. La que acaban de dejarle tiene 25 años.
Como la de Jerónimo, cada año suelen pasar por su taller casi todas las de los coros de Jerez. Nos las enumera. Es rara la agrupación que no tenga una o más zambombas suyas. Coca sería capaz de reconocerlas solo por cómo suenan con los ojos cerrados. Eso sí,
en Jerez, cada año toca pasar su ITV. “De la forma que se toca aquí, sí. Date cuenta que algunos coros actúan
al menos 8 horas, a 40 o 50 días son 400 horas. Esto en una tela no hay quien lo aguante, muchas veces se afloja, pero lo que no se parte en la vida es esto”, señala, orgulloso, mientras muestra un
sistema de rosca que puso en marcha hace cinco años que alarga todavía más la vida del instrumento más navideño de Jerez.
Antes si se rompía el cañizo, había que jubilarla. “Aquí se parte el palo y enganchamos otro y sigue la zambomba tocando”. Pero dar con la clave no fue fácil. “Estuve tres años dándole vueltas, porque tocaba y se me venía el pegamento”. Al final, la afición de su hijo al aeromodelismo le dio el empujón final al dar con un pegamento especial de América capaz de resistir todos los movimientos del cañizo al ritmo de los villancicos de Jerez.
Ahora “estamos en los inicios”, pero será cuestión de días en los que la actividad sea frenética y comiencen los pedidos. Depende de cada Navidad, pero el año pasado vendió unas 300. Muchas se quedan en Jerez pero otra parte viaja y no solo dentro del país. “Vendo a toda España y fuera también, a Francia, América…”, y en Andalucía, especialmente en Sevilla y Almonte”, con el permiso de Jerez, claro. En Barcelona, tiene una clientela muy especial: los andaluces afincados allí y que por estas fechas tienen muy presente su tierra. Fue allí, no obstante, donde tuvo sus más y sus menos con un cliente por la bandera de España que sus zambombas llevan en las cintas. “Me llamó y me dijo que él no era de España”, cuenta mientras se persigna. Le respondí que yo sí, y que mi zambomba se hacía en España.
De la misma forma que el 9 de diciembre de 2015 celebró como nadie que la zambomba fuera declarada Bien de Interés Cultural (BIC), un día que asegura no podrá olvidar, también ha habido horas bajas. “
Con el Covid vendí tres”, recuerda con tristeza. Ahora ya le ha dado salida a 15 para Sevilla y lo que ha notado es que todos los costes se han duplicado este año. “Es verdad que es un artículo de música pero todo vale el doble, desde la pandemia la cosa fue subiendo y subiendo: la orza chica (la tinaja) –que compra en Jaén- antes valía 5 euros y ahora cuesta 10. Acabo de ir a comprar cintas y también cuestan el doble. Pero claro, sube la luz, sube todo…la cosa no está para bromas”. El margen de beneficios por cada una no pasa de dos o tres euros, pero las zambombas “son mi vida” y por ello defiende esta tradición con uñas y diente.
“En Sevilla -donde ya ha vendido 15 este año- nos están cogiendo la vez. Allí le vendo a mucha gente. En Chiclana también van a hacer un mando”, relata. ¿Se tiene que poner las pilas Jerez? Es de los que piensa que el auge de estos últimos años no se corresponde con la esencia de la verdadera zambomba de Jerez. “Ha estado un poco abandonada. Lo que no concibo es que tú vayas a una Zambomba y que no haya zambomba, que haya una caja; la gente que viene de fuera viene a escuchar una zambomba, a que las tripas se le muevan por el estómago, ese sonido ronco que tiene la zambomba bien tocada. Es como si vas a la tomatada y no hay tomates”, señala.
“Mucha caja y mucho ruido”
Y va más allá. No quiere dar nombres, pero cuenta una anécdota que puede ser ilustrativa de lo que está narrando. “Hay un comerciante conocido en Jerez que hace muchas zambombas, pues la mitad de los coros que trae no tiene zambombas. El año pasado una conocida cadena de televisión nacional fue a grabar y no había zambombas. Allí le mandaron a mi tienda de Santo Domingo. Eran las cuatro y media de la tarde. Mi hijo bajó de su casa y le vendió una. La pagó esa televisión. ¡Qué vergüenza para Jerez!”.
En ninguna de estas reuniones, como dice, falta una caja ni una guitarra, y él lo ve bien, siempre que tampoco falte la zambomba.
“Una valenciana viene de fuera para escuchar las zambombas de Jerez y lo que escucha es una caja y mucho ruido. Entonces, no la llamemos Zambomba de Jerez, la llamamos Caja de Jerez. Tenemos que procurar que todas las zambombas populares tengan este instrumento, aunque después se cante bulerías y la zambomba se pare, y se baile todo lo que tú quieras, pero si tiene 15 o 20 canciones, que la zambomba esté presente y tocándose”, explica. Afortunadamente, las nuevas generaciones le devuelven la esperanza. Y se le cambia la cara cuando habla de ello. "La gente joven se está integrando bien; compran la zambomba de Jerez y se van tocando por la calle". Y es que no hay nada que le dé más alegría, a la par que alivio, que ver a los coros "de chavalines" con su zambomba.
Y no será por los precios de este instrumento. No pueden ser más económicos: desde 15 euros, la más pequeña, a los 70 y 80 euros de las más grandes para profesionales de 70. Entre todas nos llama la atención la de color rosa que empezó a fabricar el año pasado como un homenaje a la mujer en su lucha contra el cáncer de mama. Todas suenan bien. Y Coca nos hace una demostración en directo. Primero, las pulveriza con agua, pasa la mano por la tela para empaparla bien, coge el cañizo y...magia, las tripa se mueven por el estómago. “¿Bien, no?”, pregunta. Le sobra compás y nadie le pone más alma que él.