Eugenio Jofra trabajaba a finales de los sesenta como joyero y estaba a punto de casarse. Sin embargo, una tarde se cruzó en su camino una andaluza,
Conchita -“la mujer más guapa de Sierra Morena”-, que hacía bolos como cantante en bares de copas de Barcelona, y lo dejó todo por ella.
Primero formaron un dúo musical, pero cuando ella tuvo que viajar a cuidar de su madre, él tuvo que afrontar el reto del escenario en solitario, y advirtió que la gente disfrutaba especialmente con sus “anécdotas” entre canción y canción. El público no paraba de reír, y las canciones fueron dejando sitio a los chistes, hasta construir un nuevo personaje,
Eugenio, que terminaría convertido en un auténtico fenómeno social y en uno de los grandes humoristas de nuestro país, de los que no paraban de salir en televisión, llenaban salas de fiestas y vendían discos y cassettes con sus chistes.
Su fama se prolongó hasta los noventa, pero
Saben aquell se detiene en 1980. Es un biopic a medias, pero con sentido, ya que se remonta a los orígenes del personaje, un joven sin muchas inquietudes, para acompañarlo en el camino hasta que le llega el éxito y el reconocimiento. Lo demás, es historia, conocida por todos, y la que interesa contar a
David Trueba no es que sea desconocida, sino que gira en torno a la pareja formada por Eugenio y Conchita, tanto en su vida doméstica como en la artística.
Basada en el libro biográfico publicado por el hijo mayor de ambos,
Gerard Jofra, y con guion del propio
Trueba y Albert Espinosa,
Saben aquell posee notables aciertos, pero resulta descompensada en el conjunto, sobre todo en el desarrollo cronológico y lineal de cuanto acontece en la vida de los protagonistas a lo largo de poco más de una década, a veces aquejado de la falta de ritmo.
No obstante, estamos ante una más que correcta película que
se crece a partir de las excelentes interpretaciones de David Verdaguer -es Eugenio en la voz y en cada gesto- y Carolina Yuste -el magnetismo de esta actriz en pantalla es prodigioso, así como su voz-; que sabe lucir algunos de los chistes míticos del humorista y, también, deja detalles de gran cineasta por parte de Trueba, como pone de manifiesto con la secuencia que abre y cierra la película, convertida en toda una declaración de intenciones, en un derroche de talento narrativo, aunque el resto del metraje no se equipare al mismo nivel.