La expectación generada por La Mesías, el último trabajo de Javier Ambrossi y Javier Calvo -Los Javis-, debe tanto a la atractiva e interesante trayectoria artística y creativa de sus autores -La llamada, Paquita Salas y Veneno, como grandes hitos-, como a la campaña promocional diseñada desde Movistar plus, plagada de entrecomillados devocionales y un tanto exagerados, casi imponiendo la unanimidad en torno a una serie que, efectivamente, posee elementos autoriales sobresalientes y se sostiene sobre el talento narrativo de sus responsables y unas interpretaciones magistrales, pero en la que es inevitable percibir determinados desajustes que distorsionan la obra en su conjunto, a causa de una historia que, a veces, no hay por donde coger, salvo que aceptemos que nos están tomando el pelo.
En cualquier caso, lo que hace grande, diferente y adictiva a La Mesías no es su historia, sino cómo está contada, y ahí hay que reconocer el enorme trabajo que hay detrás de cada uno de sus siete episodios -tal vez excesivamente largos, salvo que entendamos la serie como una película dividida en siete partes-, la total implicación y el compromiso de Ambrossi y Calvo a la hora de establecer un estilo propio que delata su enorme pasión por el cine, a partir de referencias emocionales -el cine como cultivador de nuestra propia educación sentimental, aquí encarnada por el musical, y en especial por Cantando bajo la lluvia- y referencias también autoriales -de Saura a Erice-, empleadas para desarrollar un discurso propio que les permite diferenciarse y reivindicarse a sí mismos como autores.
Toda la serie gira, de hecho, en torno a un universo personalísimo en el que sólo se echa en falta el sentido del humor tan presente en sus trabajos previos, y en el que crece, por otro lado, su cada vez más cuidado y entregado acercamiento a los personajes, que constituyen el otro pilar fundamental de la serie de la mano de sus impecables protagonistas, entre los que hay que situar muy arriba a Lola Dueñas, Roger Casamajor, Macarena García y Albert Pla, impresionantes en sus composiciones, en su capacidad para hacer visibles las heridas del alma y de la mente, en la naturalidad que transmiten sus gestos, acorde con la propia naturalidad de unas imágenes solo perturbadas por la tendencia al exceso del propio argumento -lo del alienígena sobraba-.