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El Kiki: “La zambomba debe sonar, es la que le da sentido a todo”

Paco representa la tradición de la zambomba en la Cruz Vieja del barrio de San Miguel porque, además de tocar el instrumento, anima y canta de principìo a fin

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  • El Kiki, velador de la zambomba jerezana -

Hace unos días se ha presentado el cartel de las zambombas de la Cruz Vieja, que se celebrará bajo la organización de la Asociación de Vecinos entre el monumento de Lola Flores y el Palacio de Villapanés, los días 6 y 7 de diciembre, a partir del mediodía. Antes no había grupos oficiales, ni si quiera un cartel anunciador, pero los tiempos han cambiado y si no haces algo así no consigues atraer al público. Aparece en dicho cartel el nombre de dos zambomberos: Antonio El Bigote y El Kiki.

Este último es un clásico, un verdadero icono de la tradición navideña tanto del barrio como de Jerez al que por cierto no le gusta el término zambombero. No se valorará, seguramente, la importancia de perfiles como el suyo pues en la actualidad se percibe poco respeto a lo que realmente supone una zambomba. Paco Zambrano, el Kiki, nace en la calle Empedrada en 1947, en un patio de vecinos en el que “desde el puente de la Inmaculada se celebraban las zambombas, se cantaban los villancicos y se convivía con los vecinos”, dice, “alguno de ellos no se hablaban durante todo el año pero con la copita de anís todo era distinto y se celebraba la Navidad con mucha amistad”.

En aquellos encuentros sonaba “la botella de anís, el almirez y la zambomba, no había mucho más”, ahora se queja de que “hay zambombas en las que ni si quiera está el instrumento y eso no puede ser, debe sonar porque es la que da sentido a todo”. Mientras hablamos no deja de cantar, tararea muchas letras que se sabe y que, desgraciadamente cada vez se escuchan menos. Es algo que le preocupa, que vengan tantos de fuera a escuchar villancicos y que “no se canten enteros, se suele cortar a la mitad y eso es una tontería. Dicen muchos que los villancicos son largos pero no suelen durar más de cuatro minutos, no se puede cortar un villancico a la mitad para cantar otro que es parecido o igual”.

Paco no suele ir a tantas zambombas como antes, se queda en su barrio recordando aquellas tardes en la Peña Colchonera, ya desaparecida, en la que “celebrábamos unas zambombas muy bonitas, con mucho sabor, nos uníamos muchos vecinos y se cantaba el repertorio que nos sabíamos. Siendo tan pequeña no sé cómo cabía tanta gente. En aquella época, en los 70, éramos los únicos que nos juntábamos y luego llegó Parrilla, con todos mis respetos hacia él, que aflamencó y le dio un aire distinto”, explica, “y luego fue la hermandad del Cristo la que le dio fama a la Navidad porque muchos de la peña éramos hermanos también y nos llevábamos la zambomba”.

A pesar de peinar canas, sigue apostando por los sonidos de la Navidad de Jerez, esa que nace del carrizo mojado y aclara que “para tocar la zambomba hay que tener compás, no es todo seguido porque tiene unos cambios que hay que saberse, por eso es importante saberse las letras. Es verdad que cuesta, no es fácil y cuando te llevas unas horas pues el cuerpo lo nota. Yo tengo artritis y a veces me supone unos dolores tremendos”.

No acusa a nadie, ni habla en tono agresivo, pero recuerda que “las bulerías no todo el mundo sabe cantarlas y la gente canta los villancicos sin necesidad de saber cantar”, e insiste en que “no se preocupan en aprenderse las letras, yo me sé unos cien villancicos. ¿Quién canta ahora los Segadores o Madre en la puerta hay un niño?”. Diferencia, como debe ser, la fiesta popular con los espectáculos: “yo no sufro en el Villamarta porque sé que es un teatro, pero en la calle se debe cuidar lo que realmente es y provocar que participe todo el mundo. Yo cuando me pongo a cantar me levanto y salgo al centro para que la gente se vea implicada, que cante y baile sin reparo, para eso está”. Todavía no ha participado en ninguna zambomba porque eso de que empiece en noviembre lo ve “un poco pronto”.

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