Los números de gripe, resfriados, amigdalitis, virus, gripe A y COVID-19 no dejan de subir, lo que no hace más que sobrecargar los servicios sanitarios de urgencia españoles.
Ante dicha situación cada Comunidad Autónoma ha actuado conforme a su propio criterio, imponiendo o no el deber de volver a usar mascarilla en los centros sanitarios. Esto, junto al incesante incremento de virus respiratorios, ha llevado al Ministerio a reunirse con los Consejeros de Salud de las Comunidades Autónomas y tratar de llegar a un consenso.
Consenso que no ha sido posible alcanzar, y que tras idas y venidas ha finalizado con la imposición del Ministerio de Sanidad del uso obligatorio de la mascarilla en hospitales y demás centros sanitarios.
La medida persigue cubrir este pico de gripe y virus respiratorios.
Pues bien, aunque la palabra “pico” debería recordarnos la situación de alarma y pandemia que hemos vivido hace menos de 3 años con el Covid-19, así como las devastadoras consecuencias a las que todavía a día de hoy seguimos haciendo frente, por el contrario, parece que nos hemos acostumbrado muy rápidamente a la normalidad, olvidando, entre otras, la importancia de la comunidad y de un frente unido, al menos, ante este tipo de problemáticas.
Y es que ni siquiera en una época transitoria de virus respiratorios en los que los servicios sanitarios no dan abasto se puede llegar a una decisión común, sino que, de contrario, cada comunidad decide a su antojo, y, cuando el Ministerio los sienta a la mesa para intentar llegar a un entendimiento siguen sin ser capaces, siendo finalmente el Ministerio de Sanidad quien termina imponiendo una medida.
Es decir, ni aun con el espíritu navideño ni los propósitos de año nuevo somos capaces de tomar una decisión conjunta, esto es, en otras palabras, que seguimos sin aprender absolutamente nada.